X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


DESDE OTRO LUGAR

Amaya Ardanaz Pozo

Hoy, en otro lugar, es seis de julio del año 2058. En circunstancias normales, dentro de dos días hubiese cumplido los 80. Pero no pudo ser. Tuve que venir aquí, muy a mi pesar, hace tres meses y no llegué a octogenario.
Desde que estoy aquí, nunca he mirado por la ventana del fondo. Me han hablado de ella pero nunca me he atrevido a mirar. Los que lo han hecho, me han contado muchas cosas. Los más optimistas se reían de lo visto; familiares que primero lloraban y ahora brindaban sobre su tumba, sus propios cónyuges casados de nuevo, cometiendo los mismos errores. Pero otros volvían llorando, embargados por la pena. Pena de no estar al otro lado viendo crecer hijos y nietos.
En tres meses no he sido valiente. No he querido mirar.
Pero hoy, hoy es un día especial. Allí, en mi ciudad va a dar comienzo el mayor espectáculo del mundo. Hoy sí voy a asomarme. A ver en blanco y rojo. A escuchar de nuevo el chupinazo. Igual hasta entono el Riau Riau. Y mañana me asomaré a las ocho al balcón de la Estafeta. Y veré la procesion, y cantaré la jota que hizo a San Fermín llorar. 

LA CUADRILLA

María Montserrat Busto Iriberri

Les conocí a las puertas de un bar en la calle Jarauta de Pamplona. Me dijeron que iban a ver el encierro y si quería ir con ellos. Eran cinco chavales, simpáticos, musculosos, alguno guapillo. Acepté. La espera junto al vallado se hizo amena, entre cachis de kalimotxo y mucho cachondeo. Me dijeron que eran de Pamplona y les creí. Después se ofrecieron a acompañarme al parking donde me esperaban mis amigos. Por el camino noté miradas cómplices, gestos y algún cuchicheo entre ellos. Sentí escalofríos y me empecé a agobiar. Todo pasó muy rápido. Al pasar por unos soportales me metieron en un portal y me llevaron en volandas por unas escaleras. Cerré los ojos. Había risas y alboroto. También música. Uno de ellos pasó su mano por mi cintura al son de un pasodoble. Entreabrí los ojos. Parecía transportada al siglo XIX, en un amplio salón de techo artesonado y amplios ventanales. “Este es el baile de la Alpargata del Nuevo Casino. Aquí viene la gente a desayunar y a seguir la fiesta después del encierro”, me dijo mientras los demás se acercaban con vasos de chocolate y una buena ración de churros. ¡Qué ricos! Fue una jornada inolvidable. 

EL PRIMER ENCIERRO DE LOS SAN FERMINES

Daniel Lanza Peña

Siete de Julio. La espera de un año ha llegado a su fin, y los amantes de las emociones intensas ven cumplido su sueño de participar en un acontecimiento único.
¡A San Fermín llamamos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro, dándonos su bendición!…, entonan los mozos esperando la salida de los astados. Se palpa nervio y ansia en el ambiente.
Primero los cabestros, luego uno, dos,… hasta seis en una rápida sucesión, hilarante, donde mozos y animales muestran su valor y destreza en el arte de “burlar” las acometidas, en una tradición originaria de siglos atrás.
La curva Estafeta, sus resbalones cuando el piso está húmedo; la entrada a la plaza, antaño montonera… y la plaza, como culmen, magnífica y abarrotada.
En esta fiesta, hermanos de carrera, sin distinción de sexo, raza, procedencia ni creencias, todos iguales, comparten vivencias y experiencias al grito de;
¡Viva San Fermín! ¡Viva!
APÉNDICE
El progreso se cimienta sobre lo que somos. Sería un error que olvidásemos los valores de nuestras tradiciones, a la vez que no podemos negar la evolución. Los hay que respetando opinan, tanto en un sentido como en otro. Todo cambia… en ocasiones a mejor. O así debería ser…