X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


13/07/13

Jaime De Jesús Padrón Benítez

13/07/13

Corrí.
Atrás al galope, venía el peligro.
Al final de Telefónica, preludio del embudo final hacia el coso taurino, me había agazapado. Mis amigos ubicados estratégicamente, grabarían mi entrar exhibicionista delante de los toros.
Otros «valientes» actuaron similar y entramos con bastante antelación al ruedo. Nuestras manos alzadas como victoriosas fueron recibidas con rechiflas y proyectiles de envases vacíos.
Mascullaba bronca por el recibimiento cuando la tolva se sobresaturó de personas. Caídas en la cabeza del pelotón sumadas al cierre inoportuno de una puerta disminuyeron la capacidad de drenaje del torrente humano. Después los astados se sumaron al embotellamiento. Parecía un scrum inimaginable de rugby que ni con el tonelaje de fuerza animal empujando, cedía al obstáculo cruento de corredores apilados.
Los toros, también pisoteados, aterrados miraban a la nada, mezclando su aliento con la gente con la que estaban apiñados. Un hombre literalmente nadó sobre las cabezas de la turba y saltó hacía la libertad de sentirse salvo.
Instintivamente fui a ayudar sacando a los caídos, juntando esfuerzo con los Pastores. Una vez que desatascamos un par de cuerpos, la presión cedió un poco y dos toros saltaron pisoteando la muralla humana fijándose en mí.
Corrí de nuevo, está vez en serio.
 

LA BANDA SONORA

Iranzu Urtasun Morrás

LA BANDA SONORA

‘Pamplona, tú eres la perla del norte. Un rinconcito de España, donde se vive feliz. Pamplona, dentro del alma te llevo, aunque esté lejos, muy lejos, nunca me olvido de ti’.

Aquel pasodoble sonaba en el radiocassette rojo de mi cuarto, poco antes de que pasaran a buscarme para salir una noche, aquellos sanfermines del 92.

Pero mi banda sonora de las fiestas no era esa. Con el paso de los años, han ido cobrando valor para mí las auroras, pasodobles, jotas, pasacalles o zortzikos.

Hay obras que honran a San Fermín; otras ponen los pelos de punta cuando cantan el cariño a la tierra en la distancia. Algunas se bailan ‘agarrao’ y otras dando botes con las peñas. Y hay una, que cantamos todos los días pidiendo, periódico en mano, la protección del Santo.

Esta sí que es una banda sonora, y de las buenas. Te acompaña en las dianas, encierro, procesión, corrida, verbenas y en cualquier sitio de la ciudad, hasta donde no imaginas.

Con 17 años no me daba cuenta de que el ‘Tractor Amarillo’ o ‘Chiquilla’ pasarían de moda, pero ahora sé que la banda sonora creada por Manuel Turrillas para estas fiestas, será eterna.

Gracias ‘Maestro’.
 

OLOR A FERIA

Pablo Antonio Rangel Díaz

Un día mi abuelo dijo: hijo, haré un hueco que comunique la Patagonia con Pamplona ¡quiero ir a esas bellas ferias! Yo tenía siete años y no tenía ninguna razón para dudar de él. Meses después el abuelo desapareció entre gigantes morros de tierra que se apilaron alrededor de un hoyo, y yo viajé a la capital para envejecer allí. No supe más de él y olvidé su locura hasta mucho después que volví desandando mi infancia y hallé, donde era mi casa, una montaña con nieves perpetuas y un profundo olor a alegría que brotaba de la tierra helada de paisaje ventoso. Allí recordé la cara ajada del abuelo, no muy distinta de la mía y supuse que mi locura se parecía también ¡lo hizo! Pensé, y acerqué el olfato para aspirar las delicias que el viento a veces me robaba. Oí música y galopes y gritos de alegría ¡lo hizo, el viejo lo hizo! Grité sobre el murmullo que emanaba de la tierra y puse mis manos en el chorro de luz tibia que de allí salía. Estaba insatisfecho, incompleto, deseaba otro sentido, otros sentidos que explicaran aquellas sensaciones desconocidas y desee saltar al pozo y seguir al abuelo hasta la feria.