X Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EL SUEÑO

Jaime Martín Martínez

Era la persona más feliz del mundo. No me lo podía creer. Porquë yo..????. Si soy una persona » normal «…De Pamplona de toda la vida…Como tropecientosmil . Pero bueno…,si me han elegido a mi…. algún mérito tendré…no será por ser un poco borde…gris… tirando a oscuro…gruñón… y hasta cascarrabias.. jajaja. Joé.. que lenta va ésta Villavesa. La gente ya se ha enterado… cómo me miran….

Qué ilusión.. La de veces que me imaginaba ahí arriba….con ésta Plaza abarrotada.

Buenos días…

Buenos.

Qué desea ???

Vengo por lo del Txupinazo..

¿ ?

Si, qué soy el que va a tirarlo el día 6…

Será el del 2019…porque ésta año ya está elegido.

Yo …

No usted…no.

Vaya.. pues ha debido ser un sueño…

Ha sido un buen sueño…no se ha cumplido…pero me alegro de haberlo tenido.

 

EL RECORRIDO

Maria Senosiain Carasusan

Tercer día de encierro. Siete de la mañana. Blancos inpolutos los de ida, colores del mundo los de vuelta.

La villavesa se acerca con los ecos del bullicio de la noche . Collares de todo tipo y batas tintadas de rojo. Matasuegras, globos, periquitos de plástico y pulseras fosforito. La fila de pamploneses de reluciente blanco comienza a subir. Uno de los chicos con gorro rojo ayuda al padre a plegar la silleta mientras la moza incansable saca a bailar a la abuela. La cuadrilla arranca su décimo cántico cuando un joven con marcado acento inglés pregunta al chófer por la calle kalea. Las niñas asidas a su padre observan entusiasmadas el espectáculo variopinto que se despide en cada parada.

Huele a vino, a colonia y a magras con tomate. Huele a la niña recién peinada, a la moza que ha bailado sin tregua hasta el amanecer y a la señora que lleva sus mejores galas rojiblancas para ver al santo .Huele a este chofer paciente y al inglés que difícilmente hoy volverá a casa.

Huele a nosotros, a tí y a mí y a esta fiesta que llevamos prendida al alma.

Última parada, Labrit. Al fondo, la plaza.
Huele a San Fermín. 

UNA JOTA

Amaya Indave Navarlaz

Hoy es siete de julio y me perderé el encierro. Es la primera vez, después de tantas mañanas viendo pasar los toros apiñado con mis hermanos en aquel balcón de Santo Domingo. O años más tarde sobre los adoquines, envalentonado por la juventud y el tinto de las tascas de la Estafeta. O, ya casado, siguiendo la carrera en la televisión desde uno de los nuevos barrios por los que la vieja Iruñea se desperezaba y se hacía mayor de edad. O hace tan poco, sentado con los nieticos en la andanada de la plaza.
Por eso me he lanzado a cantar una jota. Con la rabia en la garganta y la amargura de un lobo herido. Y parece ser que, al escucharme, el jefe ha llorado, o eso es lo que me han dicho. Que se ha enjuagado unas lágrimas antes de empezar los preparativos de la jornada.
Y eso me ha entristecido aún más. Este hombre no puede pensar hoy en lamentos ajenos. Así que, aunque está bastante ocupado tocando con los ángeles músicos, tendré que pedirle a Turrillas que componga inmediatamente alguna melodía alegre. Algún pasacalles, un zortziko, un himno… A ver si logramos que San Fermín, esta vez sí, sonría.