VIII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


¨MAYORÍA DE EDAD¨

María José Lombraña De Los Ríos

Me llamo Arnulba, no hace falta que os diga en honor a quien, aunque para quien no lo sepa, especificaré que a mi padre le encanta ¨El viejo y el mar¨, un bodrio de Hemingway. Tengo diecisiete años. El seis de julio cumpliré los dieciocho y podré por fin participar en un encierro. Mis padres, bueno sobre todo la histérica de mi madre, me hicieron jurar que no lo intentaría antes de cumplir la mayoría de edad. Y es que, como buen navarro, ardo en deseos de correr delante de toros zaínos y cabestros. Aunque aún falta algo más de un mes ya tengo preparados mi camisa y pantalones: almidonados, planchados, de un blanco impoluto. No he olvidado tampoco mi fajín rojo y el pañuelo del mismo color. Por supuesto, hace tiempo que aprendí los cánticos que se entonan en la cuesta de Santo Domingo solicitando ayuda a San Fermín antes de iniciar la carrera. Sé que son pocos metros, menos de un kilómetro, 849 metros para ser exactos, pero no por eso dejo de entrenar. Tan sólo espero no recibir la cornada de algún morlaco. 

FIESTA

Jon Ander Crespo Ferrer

Alicia estaba triste y exhausta. Tras varios días siguiendo al conejo blanco empezaba a dudar de las promesas de este y ya tenía ganas de descansar. Sin embargo, al llegar a la cima de la colina cambió de opinión.
-Ya casi estamos, es allí –le dijo el conejo mientras señalaba una ciudad amurallada que se veía a lo lejos.
La información del conejo la confirmaba la señal de madera que indicaba que a dos kilómetros de allí se encontraba la localidad de “Fiesta”.
Alicia suspiró tranquila mientras se fijaba en cómo el conejo empezaba a sacar varias cosas de su maletín.
-Toma – le dijo – si quieres que te dejen entrar tendrás que vestirte con esto.
Alicia lo miró perpleja. El conejo le había dado ropa blanca, un pañuelo rojo y una especie de fajín, también colorado.
-¿De verdad me tengo que vestir así? – le preguntó.
-Es lo mejor, así no te reconocerá nadie.
Cuando entraron en la ciudad Alicia no daba crédito a lo que veían sus ojos. Había música por todas partes y de las fuentes manaba champagne. De repente y sin saber cómo, se encontró bailando con los demás.
-Bienvenida, te estábamos esperando – le dijo el hombre de la chistera. 

WE HAD

Luis López-cano Aguado

Llevo mucho tiempo esperando este día. He viajado desde muy lejos. Me acuerdo de la primera vez que vi el mar, y siento una sensación parecida cuando camino prudentemente sobre los adoquines que huelen al rocío mañanero. Estas calles se llenaran mañana de aliento y leyenda, y cada cual representará su papel en la ancestral tradición. Me aproximo a un lugareño, para preguntar por el lugar más seguro para contemplar la estampida. «Cualquiera», me dice. «¿Cualquiera? ¿Seguro?»- insisto. «Claro. Ya no hay toros».