TXIKITO


Txikito era un hombre peculiar. Tan pequeño de estatura como grande en corazón, era gran amante de la juerga y, por lo tanto, para él los sanfermines eran su mayor ilusión.
Sus años nos dan para multitud de anécdotas; como aquella de al cumplir años en plenas fiestas, su cuadrilla se juntaba en su casa para cenar y celebrarlo con su madre de anfitriona aunque él nunca aparecía, ya que seguía de juerga.
Él comentaba que en Sanfermines casi no salía de la calle Jarauta, que simplemente se asomaba hasta la calle San Lorenzo a ver los fuegos artificiales y que luego volvía. Así hasta el catorce.
O que en fiestas de Tafalla dejaba su bolso en una pensión, que recogía a los dos días sin tocar ni aparecer por allí. Él afirmaba, siempre dudamos de esa versión, que no llegaba al pulsador del segundo piso y que la del primero tenía muy mala leche y no le abría.
Iba coleccionando anécdotas hasta que una enfermedad las frenó en seco. Esto le impidió seguir con sus juergas pero no la fiesta.
Probablemente cualquiera en su situación hubiéramos huido de la ciudad durante las fiestas al no poder vivirlas como siempre lo habíamos hecho pero él, no. Las empezó a disfrutar de otra manera. Siguió sin perderse una. Continuó yendo a todas las cenas de escalera y allí donde había un acto de federación de peñas o de la peña Anaitasuna acudía, aunque fuese solamente a ver que se cocía por ahí. Él era sanferminero en vena y no podía dejar de serlo.
Hace unos días nos dejó para siempre.
En estos tiempos en que no sabemos dónde está el bien ni el mal, no sé si te habrán enviado al cielo o al infierno pero lo que sí estoy seguro es que allá donde hayas ido estarás disfrutando de San Fermín a tu manera y lo llevarás junto a tu Peña Anaitasuna en el corazón.
Goian bego, Txikito, beti gure artean egongo zara.