Las luces de la noche 3


Entre que sales de los toros, vas con tu peña y te echas unos potes, este barrio viejo de Pamplona se tiñe de gris. Casi sin darte cuenta, el sol se oculta y, por unos minutos, una tenumbra surrealista envuelve calles y personas, más grises que blancas, sí, mientras las txarangas pueden surgir de cualquier esquina y las farolas y los letreros de bares y tiendas empiezan a encenderse.

A eso de las diez, la luz atávica del toro de fuego recorre la plaza Consistorial, Mercaderes y Chapitela, olor a cohetes y pólvora por todas partes, entre guiris con litrona, críos y crías valientes, vendedores senegaleses y estatuas humanas.

La plaza del Castillo recibe al zezensuzko con esa horrible y al mismo tiempo entrañable iluminación sanferminera y más de dos esperan los fuegos artificiales bocata y katxi en la mano. No suelo acercarme a la Taconera o la Vuelta del Castillo para verlos, no, pero disfruto con su estruendo y sus colores reflejados en las fachadas de los edificios de la plaza de San Francisco, tan cerca de mi peña.

De madrugada, las barracas iluminan el Arga mientras las luces discotequeras de bares y peñas se asoman a sus puertas hasta que, a eso de las seis y media de la mañana, las farolas vayan apagándose y la Estafeta vuelva a pintarse de gris, a los compases de la Pamplonesa y las máquinas barredoras.

noria


3 ideas sobre “Las luces de la noche

Los comentarios están cerrados.