IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


¡QUE ME QUITEN LO BAILADO!

Maria Jose Irigoyen Del Castillo

Cuesta de Santo Domingo. “A San Fermín pedimos….” La primera mirada. “Por ser nuestro patrón…” Me ha sonreído….”Nos guíe en el encierro”…..Parece nervioso. “Dándonos su bendición”. ¡Y qué bendición! ….Su primer encierro, seguro. ¡Viva San Fermín! Es un crío. ¡Gora San Fermín!
Estallan los cohetes, lo pierdo de vista. No me lo puedo quitar de la cabeza. Pero,… ¡ Si podría ser mi hijo! Mejor me voy a desayunar y me olvido. Llego al casino, ¡Madre mía, cuánta gente!…. De pronto, unos ojos me miran. ¡Es él! ¡No puede ser! ¡Dios mío, pero si parezco una adolescente! ¡No me lo puedo creer, él, en el baile de la alpargata! ¡Qué bueno! ¿Con quién habrá venido? ¡Qué más da!…. Se acerca, estamos bailando. ¡Ay que mareo! Llevo demasiados cubatas en el cuerpo…..Me abraza, me dejo llevar, estoy flotando. Soy la mujer más dichosa del mundo. Si es un sueño, no me quiero despertar. Me ha besado, ¡sí..! ¡A mí..! Sé que me están mirando, murmuran… ¡Por fin algo interesante! –piensan- ¡Más vale que me tengan envida que no caridad! ¿Seguirá conmigo mañana? En San Fermín todo es posible…. Pero si no, ¡qué me quiten lo bailado!
 

TRIUNFO

álvaro González López González López

Volvía a pisar esas calles otro julio más. Eran seis los Sanfermines que había acudido a Pamplona, pero era el único, el primero, en el que ya no estaba ella. Había llegado el día 5 por la tarde, no quiso avisar a ninguna de sus viejas amistades. Se fue directamente al hotel. En la habitación, colocó con pulcritud su ropa blanca, sus pañuelos rojos y las zapatillas. Bajó al bar y bebió, cuando considero que estaba suficientemente borracho decidió irse a dormir; no sin antes avisar en recepción que le despertaran a las 7:00.
Madrugó. Tomó magras con tomate en la soledad del buffet. Adoraba ver como la ciudad, poco a poco, era apoderada por la fiesta. Salió, de blanco impoluto y pañuelo a la muñeca, rumbo a lo viejo.
Arrastraba los pies y el corazón por la Plaza del Castillo, suspiraba mirando ese balcón donde una vez estuvieron juntos desafiando al mundo. Ella respondió al amor con desdén y al desdén con amor, y se fue.
El cohete estallaba en el cielo, comenzaban las Fiestas de San Fermín. Mientras anudaba al cuello su pañuelo, una rubia le dijo: «vamos a ser felices un rato, vida mía». E hizo de su corazón un triunfo 

EL LECTOR

Lucia Alcazar Lara

Leyendo a Hemingway surgió la fiesta y en la fiesta, la plaza y en la plaza, el chupinazo y miles de personas cantando y bailando. Bailando recorrió la noche de calle en calle, con estrellas en los ojos. Los ojos se comieron la madrugada y el día amaneció con churros y con el cuello al aire, pues el pañuelo rojo perdió. Del cuello lo cogió alguien para apartarle del morlaco, que embistió contra la valla. Después todo fue rápido y al rato ya estaba en pie, y del pie le salió una bota y de la bota vino fresco para el santo que da nombre a la fiesta. En la fiesta, encontró amigos. Los amigos con él compartieron su alegría y la alegría le llevó a gritar viva San Fermín.