IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


LA NOCHE QUE JORGE SALTÓ A LA VIDA

Alfredo Casares Corrales

Jorge y yo nos conocimos el 13 de julio de 1993, aunque ninguno lo supimos.

Aquella tarde él había llegado de Madrid con tres amigos. A sus 26 años, aprovechaba las vacaciones en la consultora donde trabajaba como ingeniero para presumir de Pamplona, la ciudad natal de su abuela paterna.

Les deslumbró la plaza del Castillo con su diadema de soportales. Callejearon, bailaron, bebieron. La tentación les empujó Navarrería arriba hasta la plazuela donde la fuente de Santa Cecilia permanece secuestrada nueve días, convertida en atracción envenenada que los mercaderes de experiencias colaron por los subterráneos de la fiesta. Jorge trepó. Y saltó, o quizá resbaló. No lo recuerda.

La noche en que nos conocimos la ambulancia circulaba despacio, escoltada por la brisa entre los jardines del Hospital de Navarra con la delicadeza reservada para lo más frágil. Llegó inmovilizado sobre una camilla. Tres semanas después se marchó en una silla de ruedas camino de Toledo.

Jorge es un tipo de mirada sonriente. Participa en maratones, preside una fundación de apoyo al deporte adaptado y es el primer ejecutivo de una importante inmobiliaria. Sigue presumiendo de Pamplona, donde hace 24 años comenzó a mirar la vida con los ojos sentados.
 

EL GRAN DÍA

Valentín Bastón Lamas

Cuando al fin me atreví a abrir los ojos, seguía viendo pasar decenas de tobillos a gran velocidad. El ensordecedor ruido de los gritos añadía un acentuado toque de dramatismo a la situación. Levanté la cabeza. Me volví. Allí estaba. Encarado hacia mi. Podía ver cómo su torso se elevaba por la respiración. Sus puntiagudos cuernos apuntaban al cielo azul de Pamplona. Nuestras miradas se cruzaron. La mía era de súplica. La de él inmisericorde.De pronto, comenzó a correr hacia mi. Yo intentaba levantarme en vano, hasta que me entregué a mi suerte. Lo sé. Es el fin.Cerré los ojos y cubrí mi cabeza.
Cuando me incorporé, estaba en mi habitación. Mi móvil sonaba. Julia me llamaba. Quedaban 30 minutos para el chupinazo, y pensé… «Por fin ha llegado el día. ¡¡¡Viva San Fermín!!!» 

UN NOMBRE ESPECIAL

Esther Imízcoz Campos

-Ama, aita, ¿y cómo se va a llamar el hermanito que vendrá? -Preguntó Jon con sus grandes ojos azules muy abiertos.
-Aún no lo sabemos, cariño. Tenemos que pensarlo bien porque es una decisión muy importante. A ti te pusimos Jon por el aitona, porque es muy bueno y te quiere mucho. El nombre que le pongamos a tu hermano también tiene que ser especial, y al aita y a mí nos gustaría que nos ayudaras a buscar uno muy bonito.
-¿Se te ocurre alguno, Jon? Puede ser el de tu profe del colegio, al que le quieres mucho, o el del tío, que siempre te trae chuches y regalos… Nos gustaría elegir el nombre de alguien que sea importante para nosotros y también para ti, que te recuerde momentos alegres y que te haga ponerte contento cuando lo escuches.
Jon se quedó pensativo, en silencio, entendiendo la relevancia de la decisión. Tras unos instantes, volvió a mirar a sus padres sonriente y exclamó:
-Ama, aita, ya sé… ¡El hermanito se llamará Toko-toko!