IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín


EN PAMPLONA POR SAN FERMIN… HUELE A TORO

Iosu San Martín Labairu

A medida que se acercan las fiestas parece que mi cuerpo se predispone para vivirlas a tope. No soy de Pamplona, pero creo que puedo considerarme como de toda la vida. Desde hace años no me pierdo unas fiestas sin igual.

Me gusta seguir el ritmo de las txarangas de las peñas cuando se acercan por donde estoy. Paseo cerca de las atracciones de feria y disfruto de los fuegos artificiales, pero mi gran pasión es el encierro. Todos los días estoy listo para la carrera en la cuesta de santo Domingo. Uno, dos, tres cánticos cerca de la hornacina de san Fermín, el cohete que me pone la adrenalina a cien y ¡a correr! No quiero ser presuntuoso, pero me encanta hacer todo el trayecto sin parar. Delante, al lado o detrás de los toros bravos aunque a veces me cueste un varazo de los pastores. Cuando enfilo el callejón y piso el ruedo, siento la inmensa satisfacción de que todo ha ido bien. Me reúno con la cuadrilla para almorzar y celebrarlo. Como cualquiera de los llamados divinos.

Quizás algunos me conozcan de vista, pocos de nombre. Como más se me conoce es por el apellido familiar: Ganadería Macua de Larraga.

 

SANFERMINEAR

Luis Maria San Martin Urabayen

Doscientas cuatro palabras son las que puedo usar,
son más que suficientes, cuatro van a sobrar.

Las fiestas de Pamplona os voy a relatar,
pero lo que es importante, lo más popular.

El txupinazo indica que todo va a comenzar,
música, fiesta, alegría, por las calles sin parar.

Por la tarde, la gente dispuesta a celebrar,
el esperado Riau Riau, algo difícil de explicar.

Al amanecer las dianas nos invitan a despertar,
al son de La Pamplonesa, banda sin par.

A las ocho los encierros no dejan respirar,
hombre y toro en condiciones a la par.

La procesión es el acto grande y estelar,
fe, devoción y alegría se respirá al pasar.

Las parejas de gigantes no paran de girar,
los kilikis y zaldikos no te dejan escapar.

A las cinco las mulillas, un cortejo singular,
el pasodoble taurino que no deja de sonar.

Por la noche los fuegos vuelven a iluminar,
miles de caras ansiosas de escuchar su crepitar.

Las pancartas de las peñas vuelven a ondear,
niños y mayores cantan sus coplas sin cesar.

La octava antecede lo que está por llegar,
el Pobre de Mí que me hace recordar…

«Y es que vi a San Fermín llorar» 

EL PEQUEÑO PRÍNCIPE

Francisco Javier Rey Bacaicoa

El Principito visitó siete planetas.
En el primero encontró al rey Testis, desterrado y subido a un balcón que ya no daba a la calle Estafeta. Lloraba.
En el segundo, un dos de febrero, el hombre vanidoso le enseñó a aplaudir contemplando su retrato de político. Robaba.
En el tercero, un hombre golpeaba, amedrentaba todos sus recuerdos y después, para olvidar, bebía y… olvidaba.
En el cuarto un hombre de negocios no pensaba sino en sumar y calcular porcentajes. Contaba.
En el quinto, el farolero trataba de mantener la luz del mundo. Pero resultaba muy caro. Ya no le llegaba.
En el sexto vivía el geógrafo que lo anotaba todo. Tenía un Google majestuoso, grandioso, inmenso, que lo sabía todo. Y todo lo archivaba.
Un siete de julio llegó a la Tierra y vino a Sanfermines. El principito se arremangó la capa, se acordó de los baobabs, de sus volcanes, y echó en falta a la rosa. Se colocó en su honor un pañuelico al cuello. Vio salir un cohete buscando a su planeta.
Decidió perdonar, por unos días, tanta desidia, tanta maldad absurda. Decidió disfrutar. Y así, por cada planeta un día, por el suyo también… disfrutaba.