Catwoman en Sanfermines. 3


Paso a relatar un episodio ocurrido en los Sanfermines de 1993.

Uno de los último días de las fiestas de aquel año sobre las siete de la mañana, hora en la que mucha gente se encuentra bailando en las dianas, otra mucha se encuentra haciendo tiempo para ver o correr el encierro y otra tanta vaya usted a saber a lo que se dedica, algunos otros como mi cuadrilla y yo nos encontrábamos en el bar Los Portales, sito en la calle Recoletas, tomando unos tragos y apurando la noche. El local contaba con una barra cuadrada y un pequeño espacio al fondo, sitio éste donde nos encontrábamos.

De repente, surgida de la nada, apareció en ese lugar una morenaza espectacular que con su esbelta altura, belleza descomunal y transgresora vestimenta acaparó en un instante la atención de todos los presentes. Vestida toda ella de negro, con sus ropas totalmente ceñidas a su escultural cuerpo y con unos zapatos rojos de tacón, la chica era de quitar el hipo. Nada más llegar, esa Catwoman de carne y hueso se puso en medio de todos los presentes y comenzó a bailar de tal forma que poco importaba que sus contoneos siguiesen o no el ritmo de la música que sonaba. Aquello fue increíble. Para vivirlo. Para haber estado allí. Semejante espectáculo no lo encontraba uno por aquel entonces ni cuando el alcalde Jaime tocaba la guitarra.

Cinco minutos después del inicio de la función, se presentó su acompañante. No era ni Batman, ni Robin, ni el Joker, ni ningún otro de los personaje de la saga. Se trataba de un conocido jugador del Athletic de Bilbao que iba vestido con unos pantalones vaqueros, una camisa amarilla y el pelo muy engominado hacia atrás. Conjuntado con ella, a lo más el pañuelico, vestimenta tope sanferminera la del chaval. Nada más llegar, el susodicho se colocó frente a ella y empezó a bailar a su son, montando a partir de entonces ambos un numerito muy próximo al verbo recién empleado, pero que conforme iba pasando el tiempo nos hacía pensar a casi todos los asistentes que aquella escena que estábamos contemplando no era improvisada ni casual sino que más bien respondía a una estrategia preconcebida por ambos personajes queriendo vivir sus particulares sanfermines a costa de regodearse de todos nosotros. Por ello, en nuestro caso, dejamos pronto de hacerles caso, volvimos a rendir tributo a los katxis y entonamos unas cuantas veces a grito pelado el himno de Osasuna, por aquello de la consabida rivalidad con los leones.

A las cuarenta y ocho horas del suceso vimos en la portada de un diario deportivo nacional al jugador en las rocas de una playa ibicenca, disfrutando de las vacaciones junto a unos amiguetes, relajándose y reflexionado acerca de su posible fichaje por el Real Madrid, hecho que sucedería unos días más tarde.

De la Catwoman, ni rastro hasta el día de hoy.


3 ideas sobre “Catwoman en Sanfermines.

  • Pamplonudo

    El gran Rafa Alkorta. Noches de gloria han dejado sus bailes en la noche sanferminera. Lástima que tuviera que dejarlo cuando Romario le rompió la cintura en el Camp Nou.

  • sanferman

    Nosotros tuvimos peor suerte.
    También coincidimos con el susodicho, pero no con la susodicha.
    En nuestro caso se presentó acompañado por el ínclito Felipe Guréndez (que luego daría tardes de gloria -jejeje- en el Sadar) y por el mediano de los Larrainzar. Y era la hora del caldico, concretamente en el bar El Redín.
    Y a los gritos del respetable alusivos a su más que previsible marcha al mandril, no paraba de contestar «¡que no, que no!»…
    Oye Casta, ¿no iríais tan mal que confundisteis a Feipe Guréndez con Catwoman?

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