Gastronomía


Casa Paco 1

Todos tenemos nuestro bar de cabecera. El bar habitual donde el camarero sabe nuestro nombre y nosotros el suyo. Donde no hace falta pedir por que ya saben que vas a tomar. Bares que puede que vayas cambiando con los años. En una zona en la adolescencia. En otras conforme cumplimos años. Bares donde cuando no había móviles sabías que ibas a encontrar a la cuadrilla. Bares que han seguido siendo lugar de reunión aunque hayan cambiado de nombre. Bares donde sabías que siempre habría un bocata para ti aunque la cocina estuviera cerrada. Que siempre tenía un tapete y una baraja aunque fuera solo para tu cuadrilla. Bares que cierran contigo dentro para tomar la última y fumar un cigarro. Y bares en los que durante los Sanfermines pasas más tiempo que en tu casa. Donde almuerzas el día 6 y el 7. Y en los que te echas la última copa de la noche o el primer caldico.

Pero la casa de muchos pamploneses y visitantes este año ya no va a estar abierta. Unos de los bares más longevos del Casco Viejo. 108 años. Bar de referencia de tantos y tantos. Casa Paco no dará almuerzos, ni comidas, ni cenas. En medio del bullicio encontrabas ese remanso de calma en la calle Lindachiquia. Cuatro mesas para descansar y reponer fuerzas. Qué pena que en esta época en la que tantos bares se han abierto en lo viejo, hasta el punto de tener que paralizar la concesión de licencias, los bares de siempre se vean abocados al cierre. Este año mucha gente se tendrá que buscar otro bar de cabecera, pero no será lo mismo.


Échando la vista atrás 2

Aprovecho la vía que recientemente abrió sanferman para recordar los inicios del blog. En este caso los míos. A finales del 2.010, los creadores del blog  se pusieron en contacto con varios comentaristas habituales para que participaramos en el mismo escribiendo artículos y no solo comentándolos. Era una época en la que la repercusión del blog era menor, pero en la que los artículos solían tener 7-8 comentarios de media. Los viejos lo recordareís, a los nuevos espero que os guste. Os dejo mi primer artículo, que coincidió con una majestuosa cena en una nevada noche de Noviembre.

MI CUADRILLA SANFERMINERA

Al igual que mis compañeros Toko y Josemiguelerico, yo también voy a escribir en mi primer artículo sobre la gente con la que comparto las Fiestas. Algunos formas parte de mi cuadrilla habitual, pero la mayoría son gente que me he ido encontrando en la vida y que comparten mi misma pasión.

Es la gente con la que después de fiestas me junto a cenar el 20 de Julio. Con la que celebro a lo grande el Txikito, porque son las fiestas de los de casa. Son los que mes a mes comparten conmigo cocina, mesa y mantel en las escaleras tratando los asuntos y noticias sanfermineras. Gente que cuando salen los carteles anunciadores me llaman para decirme que no valen ni para tomar por saco y que es una vergüenza y que… bla,bla,bla.

Y cuando se anuncia la Feria y sin tener ni pajolera idea la tachan de barata, que hay que traer a las figuras, que las ganaderías son comerciales, que mas vale que siempre nos quedará eL chulo de banderillas y que se ziscan en La Meca, aunque cuando están  en la andanada o en el tendido les de igual que salga el Bombero Torero y solo están atentos al grito de “illa”, “illa” o últimamente “illo”,”illo”.

Los que a primeros de Junio me dicen que ya han reservado mesa en la sociedad para almorzar el 6 y se nos ponen los pelos como escarpias. Con los que te juntas el 7 para preparar el almuerzo, ir a la Procesión y volver a almorzar. Los que nunca dejan de emocionarse cuando oyen a La Pamplonesa. Los que te agarran del hombro para cantar rancheras en la sobremesa poseídos por los efluvio de las endrinas. Los que sin venir a cuento te dan un abrazo a la salida de los toros porque son felices. Los que durante nueve días piensan que “siguen siendo el rey” a pesar de “ella”.

Son los veteranos que en el vermú te enseñan como eran los Sanfermines hace cuarenta años. A los que el 14 a las 20:30, en La Monumental, se les hace un nudo en la garganta y se les escapa la lagrimilla porque esto se acaba. Los que después del Pobre de mí tienen que arrancarme el pañuelo porque no acepto que llega el final. Los que se juntan conmigo a cenar el 20 de julio….

Mi padre, mis primos, y esta gente, son los que me han enseñado lo que son los Sanfermines, como vivirlos, como disfrutarlos y como quererlos.

Y a estos, desde hace dos años y pico, se ha unido un grupúsculo de irreductibles talibanes sanfermineros, a los que no conozco, y que con sus artículos, historias, anécdotas y batallitas, me han hecho disfrutar de algo más que de mis cinco minutos de sanfermin al día.

GRACIAS !!!


Bendita primera semana de febrero 1

Hoy es San Blas. Con la excusa de protegernos la garganta, poca gente habrá que no se atice hoy un buen rosco, una torta de txantxigorri o un chupete o martillo de caramelo. Aunque estén sin bendecir.

Ayer tuvimos cena de escalera, reencuentros, batallitas, risas y nostalgias. Estas cenas de entre semana son entrañables, íntimas, la antítesis del bullicio sanferminero aunque con el mismo espíritu y, hoy, con la misma resaca que cualquier mañana de julio.

Y mañana es la víspera de Santa Ageda. Y saldrán los coros a la calle. Y la gente cantará. Y otros escucharemos.

Y beberemos.


El secreto de los vikingos 2

Hace poco más de 1300 años, los pueblos nórdicos empezaron a navegar lejos de sus costas y a atacar todo lo que se les ponía por delante. Empezaron por la abadía de Lindisfarne, en el norte de Inglaterra, cerca de la frontera con Escocia, en la costa del lado del continente europeo. En junio del año 793, destruyeron el monasterio fundado por San Aidan. Los monjes corrían por la isla, de apenas cuatro kilómetros cuadrados, perseguidos por los bárbaros del norte con sus espadas cortas y sus armaduras de cuero, intentando poner a cubierto los evangelios, escritos en los primeros años de ese siglo por Eadfrith. Salvaron los evangelios y hoy están a salvo en la Biblioteca Británica, pero los vikingos se llevaron la cubierta, de cuero, metal y joyas, claro.

Siguieron visitando las costas de Francia, Inglaterra, Irlanda, España, y Norte de África, llegaron a colonizar Groenlandia y brevemente Norteamérica, establecieron un reino en Sicilia y fundaron lo que se convertiría en el origen de la actual Rusia, el Rus de Kiev.

Entre otras trapacerías, en el año 858 remontaron el Ebro desde el Mediterráneo, y luego el Aragón y el Arga, llegando a Pamplona, saqueándola y raptando al rey. No contentos, volvieron a hacer lo mismo un año más tarde y otra vez raptaron al nuevo rey, García I Iñiguez, a quien cambiaron por un bonito rescate.

Con sus barcos de poco calado, vela cuadrada y remos, construidos de roble y pino, calafateados con pelo de animal y alquitrán, navegaron por los mares (mal) y remontaron los ríos (muy bien). Sembraron el miedo en Europa hasta cerca del año 1100, en que vencidos y convertidos al cristianismo por fin, dejaron de portarse tan mal y de quemar pueblos, castillos e iglesias.

¿Cómo un pueblo tan pequeño fue capaz de llegar tan lejos y vencer a reinos mucho más fuertes y grandes que ellos? Es una buena pregunta, que nos lleva a lo importante: ¿qué comían estos señores para ser tan bestias? Estaremos de acuerdo que en uno de esos drakkar que vemos en las películas no cabía mucho… Así que cabe imaginar que los vikingos comían cualquier cosa que encontraran allá donde iban. Y eso nos lleva a una tarde de San Fermín de mil novecientos ochenta y muchos.

A mi hermano y a mí nos tocaba organizar la merienda para los toros. Diez amigos con hambre, ni idea de guisar, la nevera bastante vacía y una abuela cocinera. De víspera, le engañamos para que preparara la cazuela de ajoarriero definitiva; una cazuela plana y honda enorme, que sabíamos rondaba por su casa.

Pronto por la mañana fuimos a buscarlo. Ahí estaba nuestro ajoarriero, casi rebosando los bordes, llena de ese estupendo producto que es de lo poco que debemos agradecer a la Cuaresma. Para que no se derramara, qué mejor que pedirle que nos prestara también la tapa, y un rollo de cinta aislante. Colocamos la tapa y la sellamos con cinta negra, de esa que vale para todo, menos para arreglar enchufes, la bajamos al coche y nos enfrentamos al problema de qué hacer con el ajoarriero hasta los toros.

Brillantemente, resolvimos que cabía justo en la parte de atrás del coche prestado por mi madre, un Renault 7 verde, en el que habíamos ido a recogerlo, en el hueco entre el respaldo trasero y la luna posterior. Nos fuimos a disfrutar de la mañana y a eso de las cinco, aparecimos en el Casino, punto de encuentro donde otros voluntarios preparaban la sangría.

Con nuestro ajoarriero nos encaminamos a la plaza, bien tapado y calentito por el sol, aumentado por la luna trasera-lupa. Al llegar el tercer toro, tras varios tientos a la sangría, comenzamos a repartir bocadillos de ajoarriero entre los amigos y vecinos de localidad. Uno de ellos era un noruego que había ido a los toros solo, sin merienda ni sangría, y que adoptamos como mascota desde que empezó el reparto de vasos de plástico.

Después de una magnífica corrida, como siempre en San Fermín, nos encaminamos a lo viejo, donde en pocas horas el efecto del ajoarriero fermentado empezó a surtir efecto. No es que nos fuéramos a casa pronto, eso no pasa, pero debimos dejar un rastro indeleble en los baños de los bares en los que consumimos y en unos cuantos más de alrededor. El record, nuestro amigo B., con 13 visitas al excusado, tras cada una de las cuales repetía con su ginkas “me echas mucho limón, que es astringente, por favor”.

Derrotados por la noche y el ajoarriero nos retiramos como pudimos a casa. Y a la tarde siguiente, recuperados más o menos del terremoto estomacal, nos dirigimos de nuevo a la fiesta. Ahí nos encontramos, sorpresa, con el noruego mascota. La tarde anterior se había comido dos bocadillos gigantes de ajoarriero. Con el inglés cutre de colegio de aquellos tiempos, nos interesamos por su salud. Pues bien, el nórdico estaba como una rosa. El único de todos los que merendamos que no había tenido que correr buscando un baño.

Fue ahí cuando nos dimos cuenta de que los invencibles hombres del norte guardan todavía la capacidad genética de metabolizar cualquier alimento, para seguir conquistando ciudades y países lejanos. Y comprendimos que el secreto de los vikingos no estaba tanto en las armas, los barcos o los cascos con cuernos, sino en su poderoso tubo digestivo, y más concretamente en su intestino grueso.

¡Hasta la vista!


DIETA XTREME 1

San Fermín es una especie de isla. Un paréntesis. Unos días en que los excesos son permitidos y nadie se plantea lo contrario.

Sabemos que el ritmo sanferminero es exigente. Probablemente nueve de cada diez médicos no recomienden San Fermín para la salud. El décimo lo hace por ser de Pamplona.

Esa media típica de cuatro o cinco vinos blancos para el desayuno-vermouth, junto a un bloody mary apaña resacas por la mañana, otros cuatro o cinco kalimotxos o cañas antes de los toros, el cubata previo-camino a la plaza, más lo que se ingiere en el tendido, para seguir a cubatas la tarde noche hasta que el cuerpo aguante, no está en los parámetros más recomendables de la O.M.S.

Si a esta ingesta de alcohol aumentamos el número de almuerzos, comidas, meriendas en los toros o incluso cenas, para los más valientes, el resultado calórico es espectacular. Comidas que no suelen ser ligeras, precisamente, sino llenas de cosas para untar.

El caso es que sea por mala conciencia de estos días sanfermineros, sea por moda o por las recomendaciones de la organización mundial de salud, vemos que la ciudad está evolucionando hacia un moñerío peligroso.

Y es que a día de hoy, en esta ciudad no eres nadie si no practicas algún deporte con nombre anglosajón extraño o si no haces al año dos o tres carreras extremas y que terminen en -thlon.

Y también pasa parecido con las dietas. Han aparecido decenas de personas que las siguen y te intentan convencer de los beneficios de la comida macrobiótica, el pepino y la soja.

¿Llegará esto algún día a San Fermín y resto de eventos? Esta evolución también encontrará su hueco en las fiestas? Ya hay síntomas de ello. Gente que afirma que, con un par o tres de días les vale, cuando hace años juraban y perjuraban que nunca se irían. Ensaladas en comidas populares de peñas. Sí. Con lechuga. Cubatas con zumos por los beneficios de la vitamina C.

¿Adónde nos llevará todo esto?

¿Sidrería de la peña con un chuletón de berza? ¿Tofu en las meriendas de la plaza de toros? ¿Obligatoriedad de tener una marca mínima en cien metros lisos para correr el encierro? ¿Magras con tomate acompañadas con pan integral?

Esperemos que si algo de esto llega lo haga dentro de muchos años.