Certamen Microrrelatos


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL CLAVEL

Nieves Contreras Vera

Apenas disponía de tiempo cuándo me di cuenta que no estaba el clavel. Cómo loca revolví la casa entera y en la desesperacción escuché a mi nieta preguntarme, que era lo qué buscaba. Para mi sorpresa lo tenia ella. Ya bestida de chulapa se lo había colocado como una flamenca. Me aproxime y con gran ternura le expliqué donde debía ir el clavel. La emoción de sus ojos al verse tan guapa, sus labios de carmín rojo, a juego con los lazos y los lunares …, estábamos preparadas para ir a la Pradera. Pero antes de marchar le dije: – Una chulapa camina recta y con gracia, sonríe orgullosa de ser castiza y aunque no te he puesto el mantón por ser tan pequeñina, ponte en posicción de jarra y pisa fuerte.
Paseamos por los Madriles, abuela y nieta juntas, nos paramos a comprar un barquillo. Un piropo ¡GUAPAS! de un chulapo con gracia, pues éramos las más chulas, de todo San Isidro.
Ojalá algún día sea ella la que le enseñe a su nieta, lo importante y hermoso que es no perder nuestras fiestas. 

ESTE AÑO SÍ

Nieves Vizcay Cruchaga

Me pilláis repasando el programa sanferminero . Me gusta organizar mis salidas con tiempo y no perderme nada. Conozco mas gente así, incluso crean sus hojas excell sanfermineras que van consultando cada poco.
Yo llevo lustros intentando cumplir con esta programación de la que solo he conseguido asistir a un puñado de actos, pero este año será diferente. Me acompañará mi querida Alexa. Ella no es tan influenciable. Estoy casi segura de que cuando yo me deje seducir por cualquier suceso insignificante pero profundamente emotivo de la calle su susurro me guiará. ¿Seré por fin capaz de cumplir mi agenda? Será una notición comparecer por fin a las citas con amigos, familia y colegas del tendido.
Con entusiasmo explico a mi asistente la rutina de las fiestas. Ella, cual guiri, refleja con monosílabos los hitos de mi rosa de los vientos. “Chupinazo 12:00, encierro 8:00, Comparsa 09:30, procesión 10:00 y en pocos segundos recita la lista completa.
Este año sí que completaré el tour festivo. No importa si me entretengo con las ocurrencias de los mozos o me detengo a saludar efusivamente a los vecinos que ignoro el resto del año, Alexa estará ahí para ayudarme.
 

AYÚDAME, FERMÍN

Noelia Gorbea Garnica

Jo Fermín. Ahora que te veo pasar, te lo tengo que contar. Pero guárdame el secreto. Aunque sé que lo harás, como cada vez que nos encontramos. Casi siempre en tu casa, en esa calle Mayor que hace tiempo te pertenece. Pero que nos desviamos y no es momento. Me he enamorado, Fermín. No he podido evitarlo. Con ese rojo de sus labios y el blanco de su mirada, he claudicado. Y mira que lo dije, y lo repetí. No te dejes. Si le ves, corre como si no hubiera un mañana, sin mirar atrás. O bueno, quizá ligeramente. No vaya a ser que te arrolle. Como los toros por Estafeta. Encierros de par de mañana, con pijama, desayuno y esa tensión que me invade frente al mando del televisor. Pero nada, no lo he conseguido. Imposible. Me he enamorado, Fermín. Loca e irremediablemente. Fue pasar junto a él mientras iba en tu busca, como cada 7 de julio sin excepción, y darme cuenta de que se acabó la vuelta atrás. Por eso necesito que me ayudes Fermín… o bueno, como a ti te gusta, San Fermín. Sabes que confío en ti. Ayúdame. He decidido arriesgarme. Una, dos y… «Mamáaa, ¿me compras a Coletas?» 

SAN FERMÍN, “NUESTRA” FIESTA

Noelia Gómez Martos

Paseo Sarasate, tirando de mi mano, buscando los compases de la música que ameniza a Cabezudos y Gigantes. Extraño pasacalles, lleno de niños con pañuelos rojos, que huyen y ríen de Kilikis y Zaldikos. Tú bailas al son de las gaitas, disfrutas del baile de los Gigantes, imitando sus vueltas imposibles. Bajar a “Corralillos”, ver a los toros que ignoran su suerte y a ti, que contemplas por primera vez su nobleza y belleza. Subir a “lo Viejo”, recorrer la cuesta de Santo Domingo, ajenas las dos a los que van, vienen o se quedan, buscando esta vez los juegos en la Taconera.

Ni una caseta, farolillo o volante me digo, para mí todo es nuevo. Te sigo, tú me guías, esta es tu fiesta, toda de blanco, con tu pañuelico rojo. Y en una peña de dos, organizamos un almuerzo de talos con chistorras, recuperamos fuerzas y a seguir. Paseo entre puestos, en cada rincón una sorpresa; un concierto, un baile, y mamá vamos a las Barracas. Un 8 de julio que se termina, atardece comiendo un helado. De vuelta, mamá me encanta San Fermín… Y a mí, mi pequeña navarrica, si quieres está será siempre nuestra fiesta. 

A SAN FERMIN VENIMOS

Noemi Ponton Hidalgo

Primer día de encierros de nuestra fiesta grande. No son las siete y media de la mañana aún y ya estamos colocados a los pies de nuestro patrón. Todos vestimos de blanco. Nuestras ropas lucen tan puras que podrían hacer destellos entre el público. Lo único de color es el pañuelo y las deportivas que llevamos cada uno; en mi caso también son blancas. Me traen suerte. Los asistentes respetamos nuestros puestos. Nos conocemos la mayoría, aunque siempre hay alguien nuevo: Turistas que se quieren hacer el selfie cantando al santo.
Durante tres veces los mozos zarandearemos los periódicos del día que hemos adquirido de camino al recorrido ante nuestro patrón. Guardamos silencio. Nos hemos saludado antes de llegar al lugar de la estatuilla. Es la tradición impuesta durante años. Ahora somos nosotros y San Fermín, nuestros ruegos, nuestras oraciones para que todo vaya bien en el encierro y durante el año próximo en nuestras vidas y de familiares.
Avanzan las agujas del reloj, es la hora. Nos colocamos frente al santo y comenzamos el cántico que nos da la seguridad de sentirnos protegidos:
¡A San Fermín venimos por ser nuestro Patrón,
nos guíe en el encierro dándonos Su Bendición!

—¡A por ello, chicos!
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

DON ENRIQUE

Néstor Rocha Bustamante

Siete años tenia cuando Don Enrique me llamaba para ver los Sanfermines.
Tiempos en que no todos los vecinos de aquella pensión tenían televisor.
Seguramente yo era su más fiel compañero a la hora de ver todo aquello que el tanto añoraba.
Le encantaba explicarme con su tono español, cómo era los encierros. El peligro de todo aquello y a la vez, el valor de correr delante de tantos toros por calles atestadas de gente.
Me contaba la vez aquella que uno de los toros lo tiro y como se puso en el suelo para evitar las cornadas del astado aquel.
Me miraba con orgullo al ver mis caras de sorpresa, alegría y mucho interés por todo lo que acontecia en los encierros.
Recuerdo hermoso de aquellos momentos, que sin saberlo yo aún, el tiempo, 50 años después, la vida me llevaría a estar hoy, en estas calles, donde aquel hombre vivió y que tristemente tuvo que dejar para emigrar, en tiempos de guerra, a aquel país tan lejano al otro lado del charco y añorar junto a mi, está, su tierra y su fiesta preferida.
Cosas de la vida, yo ahora aquí, añorando esos días felices de Sanfermines estando en los mismos Sanfermines. 

POBRE DE MÍ

Néstor José Pereira Sánchez

Se oye el grito de la multitud, ¡Viva San Fermín, Gora San Fermín!
Los pañuelos rojos se levantan, y es ahí, cuando la veo por primera vez; es hermosa; forcejeo con la muchedumbre para llegar a ella; todo en vano, se ha perdido entre la gente.
Una mañana la vuelvo a ver con las personas que acompañan a los gigantes cabezudos, trato de alcanzarla, pero la pierdo.
Esa noche en el hotel, el insomnio fue mi compañero; su imagen rebotaba en cada rincón de mi mente y afectaba mi corazón.
Tenía que encontrarla.
Durante los días siguientes, la busco, recorro bares y barriadas… todo en vano.
En el último encierro la vuelvo a ver, me lanzo a la calle, corro, me abro paso entre los mozos… Todo es inútil, la he vuelto a perder.
Ruego a “San Fermín” por un milagro.
Llegada casi la media noche, veo su rostro iluminado por las luces multicolores de los juegos artificiales… ¡Está frente a mí!… me mira, sonríe; no soy capaz de moverme y mi boca se niega a pronunciar palabra alguna; la veo irse mientras la gente canta, «Pobre de mí, pobre de mí, que se han acabado las fiestas de San Fermín»

 

VA DE CUERNOS

Neus Bonet Sala

Ya no puedo más, he rebalado en dos curvas, corriendo entre gente con pañuelos rojos que me volvían loco, y ahora que llegamos a un espacio redondo, no tienen ni un cubo de agua para beber y descansar. Mi hermano, que es muy flemático, ya le ha golpeado a tres con sus cuernos. Pero yo paso, voy a descansar un poco si ese payaso que no para de correr enfrente mío me deja en paz. Y el otro que va con un periódico picándome por detrás, va a recibir una coz si sigue así.¡ Con lo tranquilo que estaba yo comiendo hierba en el prado! 

EUFORIA ROJA

Nickole Gonzáles Mena

El aire se llena de anticipación y emoción mientras todos se preparan para el gran evento. Las pintorescas calles se ven inundadas por un mar de bufandas rojas. En la Plaza de Toros, corazón de las fiestas, se reúnen ansiosos los participantes que esperan la llegada de los animales. La energía aumenta y la tensión se palpa, a ritmo de los cánticos y vítores de la multitud, alimentando su adrenalina.
El sonido del redoble de tambor marca el tiro de salida. Las puertas de madera de la plaza se abren, dando paso a seis magníficos toros que se lanzan a las calles, seguidos de una estampida de valientes que se tiran a la pista. Por las calles resuena la mezcla del estruendo de los cascos y los gritos de júbilo, mientras las criaturas y los corredores corren por las callejuelas empedradas. Se pueden oír los latidos de los corazones imbuidos por una combinación de miedo y euforia, que huyen de las embestidas arrojadas. Entretanto, los espectadores se asoman a las ventanas y balcones, animando a los competidores. Agitan sus pañuelos rojos y animan a las almas. Ese es el espíritu de San Fermín, una celebración de la vida, la valentía y la comunidad.  

SANFERMINES CON ELLA

Nicolás García Díaz

Hace ya seis meses que vivo en Pamplona, seis meses desde que dejé mi trabajo, mi familia, mis amigos y mi ciudad atrás por amor, por ella. En breve empiezan sus fiestas de San Fermín, y no creo que sea lo mismo verlo que vivirlo, y menos, a su lado. Anteayer mismo me compraba mi “pañuelico” para el cuello, y juntos vamos a casa de su hermana a desayunar.
Veo nervios en todas las caras, a la vez que alegría, y algo se me contagia. Las calles están abarrotadas de blanco y rojo, que andan con prisa, casi corriendo en todas las direcciones, mientras avanzamos lo más cerca posible al ayuntamiento. Se acerca la hora, y ya no veo alegría, ahora sólo son nervios y ganas.
Ella, hija de jotero, charanguera y verbenera, más pamplonica que las chistorras y el queso de El Roncal, me avisa para preparar el pañuelo y mantenerlo listo para elevarlo y ponérmelo en el cuello. Se acerca la hora, chupinazo, ¡viva San Fermín!, gritos, saltos, abrazos…
Quizás no sea mi familia, quizás no sean mis amigos, y mucho menos mi soleada y sureña ciudad, pero estas fiestas, los Sanfermines, si son con ella, son las mejores fiestas del mundo.
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LOS PRIMEROS

Natalia Salas Takahashi

6:45 a.m., año 2022, 7 de julio, suenan las primeras dianas, en la cuesta de Santo Domingo los primeros corredores, en Pamplona los primeros San Fermines post pandemia, en mi piso los primeros de la vida y desde mi balcón mi primer recuerdo. Un momento que hice mío fue cuando mi corazón nostálgico de amigos y familia sintió alegría de ver a un grupo de amigos, de esos que parecen de toda la vida, brindar con chocolate y churros el inicio de los tan ansiados San Fermines los vi reír y abrazarse todo eso lo viví con ellos yo con un tecito desde las alturas escuchando a mis niñas jugar, mezclándose con el bullicio de la calle y es justo en ese instante cuando se entrelazan recuerdos en mi inmigrante memoria. Pude sentir la emoción que viven los pamplonicas una semana al año dónde sin pudor experimentan lo humano y lo divino, donde gigantes vienen vestidos con sus mejores galas desde todas partes del globo, para prestigiar a Iruña ciudad… mientras mi mente vuela, a las 8 am una roja y blanca adrenalina se apodera de estafeta kalea, donde extrañamente en 3 minutos el tiempo se para y donde toro y corredor son uno.

 

REMINISCENCIAS IMBORRABLES

Natividad Villar Martínez

Ignacio se abrocha las deportivas, solicitó la semana pasada al servicio de lavandería que las lavaran, pues tras un año guardadas en su caja, el color blanco había empezado a amarillear. La noche previa ya había preparado minuciosamente sobre el galán de noche de la habitación que comparte con su compañero Martín, sus pantalones y camisa blanca, así como la faja y el pañuelo de color rojo. De pronto es consciente de un último elemento que cumplimente su indumentaria, el periódico, que siempre suele traer de su población natal Elizondo para estos días de hospedaje en Pamplona, pero ayer no lo hizo, confía en que quede en la cafetería algún ejemplar. Mira el reloj, y sus agujas marcan las siete y media, un escalofrío versiona en una emoción que recorre toda su espina dorsal. Dispuesto para una nueva carrera intenta dirigirse a la puerta de salida de la habitación pero sus piernas no responden, en ese momento irrumpe en la habitación la cuidadora que acaba de iniciar turno.
-Ignacio, buenos días, ya le acerco su andador y no se sofoque que llegamos con tiempo, ya hemos puesto la televisión en el comedor, y aún los locutores están retransmitiendo los datos preliminares a la carrera.
 

MI MORTAJA IMPERFECTA

Nelia Bermudez Palma

Ya de par de mañana que me siento cansada.

Estirada en la cama, una sábana me cubre. Una sábana blanca, como un gigantesco delantal , de un blanco desinfectado.

Mi mortaja imperfecta.

Un parloteo incesante y música de anuncio me llega desde el otro lado de la habitación. Alguien echó unas perrillas al temporizador del televisor que, como autómata sin alma, vomita la programación.

Molesta, ordeno los tubos que salen de las vías mientras miro de reojo la pantalla. Éstos, que se han enredado durante la noche, entran y salen de mi cuerpo en un silencio solemne. Observo mi trabajo. Sobre la inmaculada sábana cruza, atravesando el vientre, uno de los tubos que sale del gotero. Éste, de espeso color bermellón, asemeja un hachazo que me partiría en dos.

Las voces del televisor llaman mi atención. Un gentío ocupa la pantalla. Muchachos llenos de energía y hombres experimentados, corren por calles estrechas y de curvas inesperadas, todos vestidos de blanco y rojo. Gritan excitados delante de bestias astadas, haciéndolas ir por donde ellos quieren.

Sonrío irónicamente, nada nos podría separar más. Ellos corren llenos de confianza delante del monstruo y yo no sé cómo huir del que llevo en mi interior.  

UN DÍA TAURINO…

Nelson Omar Marsico Silva

Aún recuerdo aquel día inolvidable, el sol deslumbraba resplandeciente por la mañana en Pamplona, el aire fresco podía sentirse lleno de pureza en la cuesta de Santo Domingo, satisfacía de manera rebosante a quien lo contemplara en aquel 10 de julio de 1925.
Comencé a correr por la calle con mi pañuelo rojo amarrado al cuello, sentía San Fermín correr por mis venas como éxtasis, en un momento tropecé y caí, una dosis extra de adrenalina recorrió mi cuerpo al sentir con las manos el piso temblar, aquella manada se acercaba a mí. Levanté la mirada y un hombre tendió su mano para ayudarme rápidamente. Finalizamos parte del recorrido, el permanecía junto a mí, tal vez con temor a que volviera a tropezar pensé en ese momento, le agradecí y le pregunte casi sin aliento:
_Esto es fantástico, ¿no crees?
_Si, y pienso escribir una novela al respecto, esto es una experiencia única -me respondió jadeando cabeza abajo, con sus manos tomando sus rodillas y recuperando el aliento
_ ¡Increíble!, ¿Cómo te llamas? -pregunté fascinado a su respuesta.
Se reincorporo enérgicamente, me miró a los ojos y me dio un fuerte apretón de mano presentándose:
_Me llamo Ernest Hemingway, un gusto…
 

EUTSITAKO EMOZIOA

Nerea González álvarez

2023ko uztailean, New Yorketik Iruñerako bidaia egin zuten Michaelek, Williamek eta Tomy gaixoak. Erabakia irmoa zen: iraganari aurre egingo zioten.
Hogei urterekin pairatu zuen ezbeharra; lau hamarkada igarota, lo egiten zuenean, oraindik ikusten zuen bere burua iturrian igota, amesgaizto ikaragarrietan. Eta egunero-egunero, bi lagunen ahotsen durundia buruan: “salto egin, Tomy!”.
1983ko sanferminetan, tamalez, Tomyk hegan egin zuen alai; baina azpian zeudenek gainera zetorkien gorputza sahiestu, eta, buruan hartutako kolpe izugarriaren ondorioz, hitz egiteko gaitasuna galdu zuen betiko.
Berrogei urte luze pasatu ostean, han ziren hirurak berriro. Jai-giroan murgildurik ez zeuden, ordea. Ohiko jarrera agertzen zuen Tomyk: inguruari so, emoziorik ñimiñoena ere adierazi gabe, hazpegiak izoztuta legez.
Noraezean ibiliz, haraino heldu ziren. Amesgaiztoaren iturria ikusi bezain azkar, hormari bizkarra emanda gelditu ziren bat-batean. Norbaitek bizitzaren “pause” botoiari sakatu balio bezala izan zen. Airean igeri zebiltzan musika eta burrunba gelditu ziren. Mugimendurik eza erabatekoa; usainak ere ez ziren igarri lipar batez. Orduan, Tomyren eraldaketa hasi zen: begiak ireki zitzaizkion begizuloetatik irteteko zorian egon arte; ahoan, hortz guztiak erakusten zuen irribarre beldurgarria agertu zitzaion. Ukabila altxatu zuen nekez, gorputz osoa dardarka baitzuen. Eta ahotik lerdea ateratzen zitzaiola, inoiz entzundako ahots urratuenarekin garrasi egin zuen: GO-RA SAN-FER-MIIIIIN
 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

CORONA DE FUEGO

Myriam Garcia Carromero

El pueblo huele a fiesta, a brasas de carbón y limonada que tiñe de carmín el adoquín de las calles empinadas. Una plaza atiborrada nos rodea mientras bailamos esperando la llegada del animal prestos a escapar en cuanto la orquesta avise. En la calle más sinuosa se apuestan los mozos en las talanqueras para correr delante de la bestia.
Josetxu es mi amor de verano. Me aprieta mientras bailamos lentos excitados doblemente por el peligro inminente. Siento sus labios golosos luchar contra mi defensa que no los deja progresar.
El griterío de la masa nos avisa y nos empuja hacia un extremo de la plaza. Josetxu me agarra como si fuera una pluma y me coloca sobre una tapia desmochada. Corre enloquecido a recibir al toro coronado de fuego.
Éste me enfila iluminando con su pirotecnia la noche de verano, acompañado de mozos, niños y padres.
Veo las piernas escuálidas del mozo que soporta el peso de cartón piedra rematado por los fuegos de artificio. Lo siento sufrir con ese humo sobre sus astas, la parte más sensible de su artificial cuerpo.
Salto desde mi atalaya y le beso bajo la guirnalda de chispas, con el beso largo que le escamoteé en la plaza.
 

EL CHUPINAZO

Myriam Carlotta Ciriza Bretos

Es un día muy importante. Los turistas pasean hasta llegar a la Plaza Consistorial. Prima la música, el calor de julio quema la piel y se respira vida, alegría, pura emoción. Ya casi son las doce. La ciudad tiembla. Estoy sentada sobre los hombros de mi amigo. Hoy esta plaza, que es diminuta, parece la Tierra de grande. Una marea de blanco y rojo. Sobre el cielo azul y luminoso, vuelan globos, botellas de vino y sangría. A estas alturas la ropa se ha teñido de morado. Por fin, se escucha el esperado: pamploneses, pamplonesas, ¡viva San Fermín! Y yo respondo ¡viva! ¡gora! como si mi vida dependiera de ello. Me siguen voces de todos los acentos y edades posibles. Miro hacia mi alrededor y veo montones de manos alzando pañuelos a cámara lenta. Todos rojos. Algunos, con la figura del patrón; otros, con el escudo de Pamplona. Nadie puede evitar sonreír. La felicidad es real. La procesión, gigantes y kilikis, jotas, almuerzos, Dianas, toros, música. Nos esperan nueve días increíbles.

–¿Qué ha pasado? –pregunto agitada, mientras abro los ojos.
–Has vuelto a soñar con el chupinazo –me explica mi hermana-. No te desanimes, hoy celebramos la última escalerica.

 

REENCARNACIÓN

Nahuel Ion García Boada

En la tarde mística de San Fermín, Firminus, un toro de trapío exuberante, encarnó al santo en la ancestral plaza de toros de Pamplona. Ernest y Michener, ahora mulillas, atestiguaron maravillados. La historia reverberaba en el ciclo de la vida.
En el remoto santuario budista de Yamaguchi, reposaba un mandala circular. Sus tonalidades rojas, blancas y albero expresaban la encarnación de San Fermín en Firminus. La plaza de toros y el mandala tejían un enigmático vínculo, simbolizando la dualidad de la existencia.
Firminus, en su danza desbordante, emanaba coraje y pasión, mientras Ernest y Michener intuían el profundo significado de la festividad. La historia se repetía, pero con matices inéditos, revelando nuevos horizontes a sus protagonistas. El toro encarnado, las mulillas y el mandala se entrelazaban en un tejido sagrado, recordándonos que la vida se renueva en cada ciclo efímero.
En ese instante sublime, la trascendencia y la celebración convergían en un laberinto de significados ocultos. Firminus, símbolo viviente de la universalidad humana, personificaba la fuerza y la esencia misma. En su majestuosidad, nos recordaba que la vida es un eterno renacer, una danza perpetua de lo divino y lo terrenal.

 

SAN FERMÍN EN EL MUNDO

Napoleón Tenorio Zubiate

Escuchaba desde muy pequeño a la Tía abuela Mercedes , cantar una canción mientras bordaba unos manteles en el jardín, después de ir a misa todos los días a las 7 de la mañana. La recuerdo en traje negro, menuda, con el pelo blanco terminado en trensa, en su casa , del pueblo , enclavado en los andes. Jamás imaginé que dicha tonada la escucharía a miles de kilómetros de casa.
Contaba ella que cuando era niña había llegado un cura a la parroquia del pueblo, el Padre Irizar , que todos los 7 de julio , en el patio del colegio cantaban con él dicha canción en honor a San Fermín .
Desde hace dos décadas , cada año , en Pamplona , en las fiestas de San Fermín , entre toros, verbenas, puestos y vinos , me parece volver a escucharla con sus voz melodiosa , cantar aquella cancion : “ uno de enero , dos de febrero, tres de marzo , cuatro de abril, cinco de mayo, seis de junio , siete de julio San Fermín . A Pamplona hemos de ir con una media ,con una media. A Pamplona hemos de ir con una media y un calcetín. 

ES PIEL.

Natalia Bermejo Martiartu

Nos vamos haciendo mayores y disfrutamos la fiesta de otra manera. No salimos tanto, no aguantamos tanto… Mejor sobremesa de risas que bailar, de peña en peña, toda la noche. Aunque los temazos los bailamos sin tregua y, a estas alturas, sin ningún pudor.
Pero, se nos sigue erizando la piel el día 6 y se nos pone piel de gallina el día 7 al escuchar la jota al santo y nos dan escalofríos en la piel con los encierros y alguna lágrima recorre la piel de nuestras caritas en el pobre de mí…
Somos piel. Piel pamplonica. Piel Navarra. 


XIV Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

SAN FERMÍN

Mónica Andrés Lacasta

Faltaban cinco minutos para las doce del mediodía y estaba nervioso. Sabía que durante los próximos días las fiestas de San Fermín tomarían el control de la ciudad de Pamplona. Miles de personas disfrutarían de los encierros, de los gigantes, de los cabezudos, de la música… y él, un año más, volvería a cobrar vida.
Ansiaba unirse a ellos, conocerlos y dejarse llevar por el ambiente. Hacía amigos nuevos que venían de otras ciudades, de otras provincias, de otros países y a lo largo de todos estos años había conocido a muchos personajes ilustres, Hemingway, Orson Welles, Ava Gadner, Arthur Miller, Inger Morath… Se sentía afortunado por haber compartido con ellos las fiestas, sus fiestas.
¡Por fin! El sonido del cohete retumbó en el cielo y el grito de entusiasmo de todas las personas presentes en la plaza del ayuntamiento se oyó como si fuera uno solo. Las fiestas de San Fermín habían comenzado y él sería el encargado de que todos disfrutaran de ellas, llevaba haciéndolo muchos años y sabía, que mientras estuviera en el corazón de los pamploneses seguiría haciéndolo muchos más. Al fin y al cabo, eran sus fiestas y él era San Fermín.
 

PROGRAMA DE SAN FERMÍN

Mónica Florencia Josid Huber

Seis. A dormir, a dormir que mañana es San Fermín. Siete. Mamá me viste de blanco para la procesión, la abuela ha bordado a Caravinagre en mi pañuelo. Ocho. Le doy la mano a Carlita y corremos muy rápido para que el toro de fuego no nos alcance. Nueve. Los mayores toman el vermú, nosotros bailamos al ritmo de la comparsa. Diez. Música, sirenas, nuestros coches chocan unos contra otros. Las barracas todavía están junto a la Ciudadela. Once. La fiesta se vive en la calle. El cielo se enciende y brilla, los estruendos rebotan en los edificios. Beso a Carla por primera vez. Doce. Comidas con la cuadrilla, la mesa es cada vez más larga. Los más pequeños juegan a la baraja: las sotas son cabezudos; los caballos zaldikos y los reyes son los gigantes. Trece. Los veo caminar, Carla lo lleva de la mano. Él espera paciente hasta que ve los cuerpos enormes salir de la estación de autobuses y comienza a saltar. Catorce. Con esfuerzo bajo la caja de madera del estante más alto del armario. Todo huele a jabón de Marsella, echo de menos a Carla. Sostengo el pañuelo de Caravinagre entre mis manos temblorosas: mi hijo tiene hijos propios.
 

OTRA VEZ SERÁ

Mónica Ruth Trujillo Gómez

Manu puede escuchar en sus oídos el retumbante latido de su corazón, es más, está convencido de que todos a su alrededor pueden oírlo. Rodeado por la muchedumbre ardiente, suda a mares. La ropa blanca refleja los destellos del sol que parece recargarlo con el poder de sus rayos.
La pasión rebosa sus venas derramando el rojo sobre el pañuelo del cuello mientras el otro carmín que rodea su cintura le recuerda que la emoción no puede cegar la prudencia, no quiere más que esos rojos textiles sobre su cuerpo, nada de sangre…por favor…por favor…solo adrenalina para saciar su hambre de emoción. Ruega con el alma en vilo mientras calienta las piernas para arrancar cuando den la señal.
Se acerca un gigante negro, puede sentir el vaho de su respiración, mira de reojo los afilados cuernos como si pudiera dominarlos con la mente. Su piel se eriza al notar un leve roce tibio y áspero en su antebrazo desnudo. Le duele la cabeza y empieza a notar frío. ¿Desapareció el calor, el ruido, el polvo?

―Tranquilo, solo fue un desmayo, a lo mejor otro día consigue correr.

Era la voz de una enfermera de enmarañada melena negra que intentaba canalizar su vena para hidratarlo.
 

ROJO SOBRE BLANCO

Montserrat Ferreras Ibáñez

Las bombas revientan contra mi pecho. Olfateo el miedo y la resina de las talanqueras. Me lanzo al abismo, una suerte de túnel donde a empellones y sofocados tragos de aire avanzo como ya hicieron mis ancestros.
– Correr aquí es un premio. Pamplona es especial – Me lo dijo orgulloso, clavándome la mirada.
– Es especial. Es especial – Y yo me lo repito como una ofrenda.
Corro con furia y pasión desatadas. Busco mi hueco. Hay gritos. Pasión. Miedo.
– Es una simbiosis entre la bestia y el hombre, la vida y la muerte, la catarsis y la tragedia – Paladeó las palabras con todo el peso de la historia mientras me lo decía, minutos antes del encierro.
Corro con furia y pasión desatadas, orgulloso, y me estrello brutal contra la pared; de repente, todo es rojo bermellón sobre blanco.
– Es especial- Me lo recuerdo satisfecho cuando agonizo.
Mis ojos redondos y vidriosos se posan, primero, en cientos de caras admiradas y, después, en la sangre que mana de mi morro y gotea hasta las pezuñas.
“Murió por su casta y bravura” sentencian al día siguiente los titulares a toda página, incrédulos ante una muerte tan inusual como gloriosa.
 

UNA CHICA FABULOSA Y CATASTRÓFICA

Muriel Castro Dufourny

Era tan enamoradiza como enamoradora, y así no se puede vivir. Sobre todo, los demás.
Richard la vio en la Plaza, se sintió náufrago, subió al balcón, la oteó, alargó el brazo, se enganchó al cohete, voló hasta una pelota hinchable gigante, rebotó contra la pared, y se incrustó.
El técnico pirotécnico Iñaki la vio e improvisó un poema exultante y alborozado de versos incendiarios, y coreografiando sinfonías evanescentes ardieron sus dedos, cejas, pelo, hasta prenderse él en fuego vivo, surcando el cielo a lomos de una estrella fugaz resplandeciente, donde explotó.
Tomás, solista de Capilla, la vio y cantó un gallo estridente, el coro desentonó con la misma buena gana, el sacerdote desafinó su padrenuestro, y el sacristán tocó un son de campanas tan desacordadamente melodioso, que provocó un flechazo múltiple en efecto dominó.
Ernest la miró, cruzó sin mirar, y le pillaron los toros.
Los gigantes, cabezudos, kilikis, zaldikos la vieron, y bailaron, reviraron, rebrincaron, galoparon en gigantesco circo de pistas superpuestas, kilikis sobre zaldikos, encima de cabezudos, a hombros de gigantes, torbellino que arrojó sus amores y piezas articulables en mil direcciones desatadas.
Cuando mandaron apresarla, San Fermín la cobijó en su capote, hasta convertirla en fulgurante vela de su altar.