Archivo por días: 22 de agosto de 2017


IX Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

YA LLEGAN

Santiago Gutiérrez Sádaba

Se había acabado la Liga. El Osasuna ya no estaba en Primera. Tenía ganas de que empezara algo nuevo. Pero no sabía qué podía ser. Mi madre me había sacado la ropa de verano del armario y no veía nada que me motivara. Las vacaciones para mí solo significaban campamentos, piscina y tareas de verano. Un horror. De repente vi un pequeño destello que me llamó la atención. Era un hilo de oro. ¡Qué raro! Parpadeé para comprobar que no era una ilusión. Sí. Ahí seguía. Con cuidado, metí la mano en la bolsa y extraje con sumo cuidado aquél objeto. Un cuadrado rojo con un Santo morenico y que debajo ponía San Fermín. Y todo me vino a la cabeza: el chupinazo, los gigantes, el encierro, las barracas, las juergas con los amigos el vermú con los abuelos tras la procesión, las peñas, las mulillas, los fuegos, los conciertos. ¡Todo! Aún tenía tiempo de disfrutar de todo esto que acabo de mencionar. Quedan solo 36 días para que empiecen nueve días de fiesta en Pamplona. 204 horas que llenas de ilusión recorrerán las calles de Pamplona convirtiéndola en una ciudad prácticamente nueva incluso para los que somos de aquí. Ilusión. Emoción. Nervios. Concentración.  

EL EMBAJADOR

Carlos Asorey Brey

Oscuridad total, un túnel… Hay una luz al fondo…
Soy un niño soñador; un joven estudiante, quiero ser diplomático… Es el día más feliz de mi vida: me nombran embajador ante la ONU.
Llego allí y me siento feliz: se nota una hermandad entre los hombres y mujeres del mundo como no creía posible… Aun siendo todos muy diferentes, se palpa la cordialidad, la alegría… El planeta, al fin, unido y en paz. ¿O no era la ONU? Tengo los recuerdos algo confusos…
Recuerdo Nueva York rebosando de gente, el discurso de inauguración, un estallido, un griterío… ¿O no era Nueva York? No recuerdo los rascacielos, sólo el crisol de culturas, razas y lenguas…
También recuerdo la expectación, la excitación y… el miedo. ¿Pero por qué miedo? Aquellos seres… ¿Sería por ellos? Había unos seres extraños, diferentes a nosotros: eran muy grandes, como fieros guerreros prehistóricos…
Otro estallido y todos salimos corriendo… ¿Un cañonazo? No, no era ese tipo de miedo… Era un miedo limpio, buscado, deseado…
Después sólo recuerdo que tropecé, caí y me levanté rápidamente… ¡A pesar de las advertencias! Y el intenso dolor…
–Ya despierta.
Uniformes verdes… ¿Soldados?
–Tranquilo, señor embajador, ya está fuera de peligro. Vamos a pasarlo a planta.
 

EL BAÚL DE LOS RECUERDOS

José Moreno

Ya habían pasado cinco años desde la muerte de su abuelo. Julio César desempolvaba el viejo baúl que guardaba en la bodega de su casa en Guayaquil y que solamente abría una vez al año. Muchos recuerdos, sentimientos, demasiadas emociones guardadas durante todo un año, explosionaban súbitamente al levantar la tapa del viejo arcón. Cada recuerdo, cada objeto que Julio César sacaba del antiguo cofre, iba acompañado de una carta. En ellas se describían los encierros, los fuegos artificiales, los almuerzos, el riau riau, el pobre de mí, un montón de situaciones que año tras año su abuelo disfrutaba durante su estancia en Pamplona. Expresaba emociones que solamente se sentían en Pamplona y que no podían quedar eternamente en su mente. Su nieto las destapaba año tras año, ya falta menos para los dieciocho, ya falta menos para San Fermín.