Archivo por meses: mayo 2016


Rendez-vous chez Evaristo

Hace ahora más o menos un año, un amigo de un muy buen amigo mío celebraba una comida con otros amigos suyos en una sociedad gastronómica de la jarautera. Por lo que contaron, dieron buena cuenta de tres espectaculares besugos, aunque no faltó un pequeño homenaje a la carnaza con un par de chuletones para aunque sea untar el morro. La comida debió ser amena, ya que se levantaban de la mesa sobre las diez de la noche. A alguno se le apoderaron las escaleras, pero todos sacaron fuerzas de flaqueza para encaminar sus pasos hacia la Estafeta, donde pensaban reponer fuerzas, no en vano llevaban sin comer desde el mediodía. Así dieron con sus huesos en Chez Evaristo, conocido local local (valga la redundancia), y con más dificultades de las previstas, consiguieron que se les entendiera lo que querían. No atravesaban precisamente por sus momentos más lúcidos. Las palabras se les espesaban en la boca, y las risotadas empañaban cualquier amago de frase coherente que intentaban.

En esas estaban cuando apareció un vendedor ambulante de color. De color marrón muy oscuro concretamente. Automáticamente lo rodearon y comenzaron el clásico acoso tan de Pamplona al negro de los collares. Huelga reproducir la escena pues es harto conocida. Pero el caso es que en el fragor de la operativa comercial, una voz se elevó por encima del resto en el preciso momento en que todos, casualmente, acababan de terminar sus respectivas frases, de tal manera que se oyó limpio y claro:

«¡¡¡¡ Si el 10 de julio te presentas aquí a las cinco de la tarde te compramos todo lo que lleves !!!!».

Sonó fuerte, solemne, incluso bien vocalizado.

Las miradas de todos convergieron en un punto indeterminado de la cabeza del fantoche. El estupor inicial dio paso rápidamente al aplauso general, y quien más quien menos, todos estuvieron de acuerdo y fueron adornando la bilbainada con todo tipo de detalles. El negro parecía no entender demasiado bien, pero tomó nota.

Casi dos meses después, el calendario, como era de prever, trajo el 10 de julio. Alguno de aquella cuadrilla recordó la cita, pero todo el mundo dio por hecho que el susodicho vendedor no se habría enterado muy bien del asunto, o no se acordaría, o no estaría por Pamplona, o se habría dado cuenta de que no se trataba más que de una gansada de una tropa de borrachos un poco venidos arriba. Así que decidieron no personarse en Chez Evaristo ni a las cinco, ni a cualquier otra hora.

Pero, caprichos del destino, al acabar la corrida del día, dos de los amigos fueron a reponer líquido de frenos al Apartao. ¡Y allí estaba él! El negro trataba de vender su género sin mucho éxito, y en cuanto se cruzaron las miradas todos supieron que había pecado. Los aborígenes se ablanzaron sobre el africano y le abrazaron ostentosamente, y cuando le afearon el no haber aparecido a su cita, el negro contestó enfadado que él sí había estado a las cinco en el Evaristo.

Departiron un buen rato. Senegalés era el vendedor. Y en cuanto terminaran los sanfermines se volvía a Senegal tras cuatro años de periplo europeo. No le compraron todo lo que llevaba encima, pero sí hicieron una operación de cierta importancia de la que resultaron beneficiados todos los que en aquel momento disfrutaban de un merecido descanso en la terraza del bar. Y además, adquirieron un compromiso que esta vez sí que se cumplió, y fue el invitar a Seidou a comparecer cada día en ese mismo punto a esa misma hora para echar un frito y un agua.


Mayo 2016

don Miguel hizo mortal al personaje principal de su obra más insigne dejando huérfano a su ilustre servidor dando fin a sus mejores aventuras a partir de aquel momento se lamentan impresas las palabras en los papeles y así el más brillante escudero de los libros de caballerías vaga ahora en la imaginación de todos aquellos que siguen buscando la continuidad de los héroes fundidos en el tiempo nada te procuró la gobernación de la ínsula más nombrada y con tu Sancha seguiste malviviendo sin jornal fijo ni seguridad social quizá nuestro personaje menos luminoso nunca se preguntó por su papel en tan magna obra él se marchó como castellano viejo y tú con tus lastimosos lamentos sigues condenado a vivir su última jornada


Avisados estáis !

Ya hemos pasado con holgura el quinto escalón. Ya empezamos a ir justos de tiempo para comprobar si cabemos, o no, en los pantalones del año pasado. Si crees que tienes tiempo, te equivocas y caerás nuevamente en el estado ilusorio del «tengo tiempo de sobra». Hasta que te das cuenta que, no sólo que no cabes en los pantalones, sino que no te da tiempo ni a ir a comprar unos pantalones nuevos. Estáis avisados.

maduro

Espero que, para el certamen de microrrelatos, no te pase lo mismo que con la ropa. No seas autocomplaciente, “Tempus Fugit”.

Ya solo faltan 13 días para que se acabe el plazo de recepción de obras, esto es un hecho. Corres el riesgo de pensar que tienes tiempo. Tú y tu musa. Tiempo para escribir el mejor microrrelato del mundo.

Por si acaso, vete calentando el teclado y escribe hoy mismo tu micro, no vaya a ser que tu musa se te presente y tú sin estar preparado.

O ni se le ocurra visitarte. No vale decir… “Que pena! Se me ha pasado el plazo”. Avisados estáis.


San Fermín, Hemingway y el Ministerio del Tiempo 4

ministerioA poca gente se le escapa que El Ministerio del Tiempo es una de las series más divertidas de la televisión actual. Si al siempre sugerente tema de los viajes al pasado le sumamos el interés por la Historia y unos guiones, dirección e interpretación muy acertados, el resultado no puede ser más entretenido y, desde luego, bastante más interesante que otros muchos contenidos que se muestran por la pequeña pantalla.

Este pasado lunes, en una de las habituales macarradas o guiños con los que la serie obsequia a sus fans, un grupo de funcionarios de este peculiar Ministerio decide viajar a los Sanfermines de 1931 para celebrar la despedida de soltero de uno de ellos.

Por cierto, que igual sería interesante rodar un capítulo completo en esa época, con nuestros gigantes sin corona y los carlistas entorpeciendo el Riau-Riau, pero esa es otra historia.

Pero volviendo al tema, y conociendo como conocemos en este blog el poco acierto con el que la televisión trata nuestras fiestas, no deja de ser curioso este enfoque divertido, basado en los tópicos habituales, eso sí, pero qué le vamos a hacer. Cabe destacar, al menos, que los actores llevaran la faja en su sitio y los pañuelos anudados con cierta gracia, aunque no fuese el blanco el color predominante en el atuendo sanferminero de nuestros abuelos (tan solo Rodolfo Sancho viste pantalones de color, algo más aproximado, posiblemente, a la realidad de la época; por otra parte, que una chica vista como un hombre en 1931 encaja perfectamente en las inclinaciones sexuales del personaje interpretado por Cayetana Guillén Cuervo).

Peor parado por el tópico sale Ernest Hemingway, pero eso nos importa menos a los susceptibles sanfermineros profesionales, ya que somos poco de leer.

Os dejo aquí la escena en cuestión:

Y aquí un vídeo, emitido en el mismo programa, en el que a partir del minuto 8 se recuerdan las visitas de Hemingway a Pamplona:

En el mismo vídeo podemos ver una versión, excesivamente castellanizante, de la batalla de Las Navas de Tolosa, pero ese es otro tema cuyo análisis se lo dejamos a Mikel Zuza y Begoña Pro, que son quienes saben del asunto.

 


Historias en blanco y rojo 2

En 2010 publiqué Un extraño lugar para morir, una novela negra ambientaba en Pamplona durante los días de fervor sanferminero. Aquella novela, como es lógico, tenía sus investigadores, sus muertos y sus asesinos; tenía también (de manera latente) todo el cariño y la generosidad que a lo largo de los años yo había recibido de muchos amigos pamploneses. Quizá por eso, porque su origen estaba en la amistad, la novela tuvo cierto éxito y llegó a más de cuatro mil lectores.

Un par de años más tarde, mientras impartía en Granada un curso sobre novela negra, uno de los alumnos se me acercó al final de la clase. Se llamaba José Carlos. Además de escritor aficionado era dibujante, había leído Un extraño lugar…, le había gustado y me pedía permiso para hacer una novela gráfica basada en mi historia. Levanté la ceja. Yo no tenía (ni tengo) la más mínima idea de los resortes que mueven el mundo del cómic y la novela gráfica. Decidimos tomarnos un café para que él me explicara más detenidamente.

Cuatro años ha pasado explicándome el asunto. Cuatro años de intermitentes cafés y alguna que otra caña. Cuatro años en los que mi asombro y mi agradecimiento crecían junto a sus fabulosos dibujos y su manera de quebrar, subvertir y mejorar la historia original. Cuántas veces me he acordado de aquel día que José Carlos se cruzó en mi camino. Cuántas veces no he merecido la suerte que tengo.

Eso sí, para que el resultado final fuera aceptable el dibujante tenía que vivir una verdadera inmersión pamplonica, ¿qué era eso de dibujar Pamplona sin haber estado en sus bares, sin conocer a sus gentes? Me tocó entonces hacer de Cicerone y corresponder en la medida de lo posible al generoso regalo que José Carlos me hacía poniéndole rostro al comisario Uriza, a la inspectora Bea, al muy pamplonés y forense Goñi o al poeta más bobo del mundo, Carmelo Bello.

La semana pasada José Carlos me volvió a llamar; quería enseñarme la versión definitiva. «El libro estará en la calle el mes que viene», me dijo.

Este año, cuando el día seis de julio den las doce y el chupinazo deje un reguero de humo gris en el cielo de Pamplona, levantaré mi copa a la salud de José Carlos, a la salud de sus dibujos y a la salud de todas aquellas historias soñadas en blanco y rojo.