Archivo por días: 9 de mayo de 2016


Peripecias de un alcalde sanferminero.El Txupinazo (IV) 1

Mientras la concejal se aproxima hacia mí, pido al Santo que me proteja. Con su capotico o con lo que tenga más a mano, pues me temo que toda ayuda que voy a necesitar va a ser poca. Que me proteja de la embestida que quiere proporcionarme semejante loba. O tigresa. O leona. O lagarta. O lo que sea. Sí, lo sé, la comparo con animales desprovistos de cornamenta pero no os preocupéis que la corrida no se va a suspender. Ni de coña. Os recuerdo que los cuernos los voy a poner yo en unos momentos y pronto dispondremos de unos que hagan apta la lidia. Le pido también que me proteja para no resultar lesionado pese a la tremenda cogida que estoy seguro que me va a meter. Esto……… ¿ meter ?……..¿ a mí ?….. A ver, a ver, que me lío, aclaremos este punto cuanto antes, es muy importante,……….. ¿ me va a meter algo ?………….¿ pero no era yo el que debo ocuparme de eso ?……….Y sobre todo, le pido que me proteja de no dejarla embarazada, pues no llevo encima ningún preservativo. Pero eso todavía es solucionable. Puede que ella sí lleve alguno consigo o utilice algún método anticonceptivo. Trato de salir de dudas. – Esto, ……perdona……., ¿ vamos a usar algún tipo de protección ?. Es que yo no llevo ningún Willy encima. Ninguno. Ni al Toledo, ni al Fog ni siquiera al Wonka. Su espontánea carcajada todavía retumba en mis oídos. – Alcalde, eres un cachondo. Al inicio de la legislatura te pedimos llevar escoltas y nos los negaste, alegando que no era necesario que la oposición llevásemos protección alguna. Y ahora me vienes con estas…… Pero estate tranquilo. Llegado el momento emplea la marcha atrás, que es lo que mejor se te da hacer con todas los proyectos e ideas que la oposición te presentamos en los Plenos, con las ilusiones de los ciudadanos o con las comisiones de investigación que quieren crearse para poner luz y taquígrafos a tu gestión.

No hago caso a sus palabras. No me tengo por rencoroso. Llega a mi altura. Vaya momento. Subidón del bueno. Me siento como un divino del encierro……aquí huele a toro……hoy pillo toro….. hoy toco pelo.  O como un pastor con un toro rezagado en la Estafeta………..con la única defensa de su vara. O como un picador en su tercio……… deseando clavar un buen puyazo. O como un torero con duende…………..la faena va a ser de rabo, de orejas no sé, pero de rabo seguro. No me da tiempo a sentirme más cosas. Me desviste en un santiamén, ropa interior incluida. Me quedo únicamente armado con mi estoque, de capa caída y para el arrastre durante mucho tiempo pero hoy encelado perdido. Lo tengo con la ilusión de la alternativa. Suerte maestro. Es la hora de la verdad. La hora de la suerte suprema. Debo rematar la faena. Meterla hasta la(s) bola(s). Quiero salir por la puerta grande. Armar el taco. No escurras el bulto, decídete, que ya la tienes bien cuadrada.  No tienes que esperar a que el apoderado de turno o cualquier subalterno te diga: valor y al toro, que es una mona. Hazlo en corto y en derecho. No me da tiempo a decirme más cosas del argot taurino. Me mete un revolcón de aúpa. Espeluznante. Sobrecogedor. Estremecedor. Aterrador. Reíros,….reíros….. ! qué fácil es ver los toros desde la barrera !. Menudo trapío ha demostrado la señora en la acometida. La Doña, ha resultado ser un híbrido entre un Miura y un Cebada Gago con la clase de un Vitorino. Debo sobreponerme. Embraguetarme. Decido entrar al trapo. Ponerme el mundo por montera. Demostrar lo que soy. Un figura. Un primer espada. En la vida, en la política y en el amor. Me mentalizo. Tengo que sacar más valor que El Guerra para salir airoso de esta batalla. La miro. Le hago un desplante. Le hago un pase de desprecio.Pero ella se lo toma a mal, se crece ante el castigo y me hace un nuevo relance, del que nuevamente no consigo salir bien parado. Voy de mal en peor. Estoy contra las tablas. Ahogado. Sin respiración. Soy consciente que nadie va a salir al quite en mi ayuda. Debo estoquearla cuanto antes. Sin pinchar en hueso. Horror. Están a punto de dar las doce. No quiero que me coja el toro. En esas estamos, cuando se separa un poco y me dice: – Alcalde, cariño, creía que te manejabas mejor en el arte de la espada. Estoy esperando que entres a matar y recibir de una vez por todas una buena sacudida con semejante estoque. Ya sabes que tengo querencia por estas cosas-. A tomar por saco, me digo. Ni la puntilla voy a necesitar. Se va a enterar. Me lanzo a por ella, pero es entonces cuando me hace un quiebro propio del famoso Martincho y caigo de bruces contra las baldosas del baño, de sorprendente color arena cuan coso taurino cualquiera . Menudo trompazo me he dado. Recalco, trompazo. Adivinar con qué parte me he golpeado primero. Juramentos varios. Brutos exabruptos. Estrellitas girando. Pajarillos aleteando.

Aprovechando mi aturdimiento, en un rápido y certero movimiento, la colega recoge mis ropas y las lanza por la ventana, se pone su vestido en un plis-plás y abandona precipitadamente el baño cerrando con llave la puerta de chiqueros al tiempo que la escucho decir en alto: – Lo siento alcalde, antes es la obligación que la devoción y no sé a ti, pero a mí me están esperando en un balcón -.

Me quedo jodido. Bien jodido. Pero sin haber jodido. Ya me entendéis. La situación se las trae. Espeluznante. Sobrecogedora. Estremecedora. Aterradora. Repasemos. Soy el Alcalde, el Alkatea. Se supone que tengo que lanzar el Txupinazo en breves momentos. Sin embargo, me encuentro encerrado en el baño de señoras de la casa Consistorial. A treinta metros del balcón donde preparado está el cohete anunciador de las fiestas. Sin ropa. En pelotas. Más solo que la una, pero esto último no me chirria tanto, ya que es lo habitual en política, en los curros y en muchas ocasiones de la vida cuando a uno le vienen mal dadas. Procedente de la ventana, escucho el griterío de la gente acumulada en torno al Ayuntamiento. Los decibelios aumentan por momentos. Silbidos. Chillos. Gritos. Jolgorio. Redobles de tambores. Clarines. Enorme contraste con la sensación de vacío que existe en el baño. De repente, comienzan a sonar las campanadas que dan las doce. Me invade entonces tal acojono que ni a la Cenicienta cuando las escuchó estando en Palacio. Y me pregunto a mí mismo……….¿ de dónde cojones saco yo ahora unos ratones, un perro, un gato, una calabaza, un traje y unos zapatos raídos y un hada madrina que me ayuden a salir de este desaguisado ?.

( Continuará )………