Archivo por meses: febrero 2016


San Fermín bisiesto 1

Hoy es un día de esos raros, únicos e irrepetibles. También son raros, únicos e irrepetibles, los que transcurren del 6 al 14 de julio. Aunque por culpa de este lunes ventoso, lluvioso y resacoso, en este 2016 tengamos que esperar 24 horas más para escuchar el txupinazo.

Aprovechando que el nuevo Ayuntamiento de Pamplona aboga por una organización de la fiesta de carácter popular y participativo, solicito humildemente que, dado que este año tiene un día más, dado que ese día de más nos hace más larga la espera del 6 de julio, este día de más lo recuperemos prolongando los Sanfermines 2016 hasta el 15 de julio.

Sería una bonita tradición, la de honrar de este modo a los Sanfermines bisiestos.

Y no currando en este lunes ventoso, lluvioso y resacoso.

29


Hotel, dulce hogar.

Pamplona, 10 de julio
11:00 horas, 15º grados. Nublado
Recepción del Hotel La Perla
Plaza del Castillo.

Pablos, el recepcionista, medita delante del teléfono. Si llamar a las fuerzas del orden o engrasar el bolsillo de su impoluta camisa blanca. La elección resulta bastante fácil. Marca un número marcado a fuego en su cabeza. Tras muchos tonos, una voz canallesca blasfema:

-Me caguen los obispos de Cataluña, Pablo, por tu madre, espero que tengas algo bueno…
-Tengo una información que podría interesarte, Papytu…vale 1500 euros, a Bin Laden por protagonista.
-No vas a cambiar en la vida… ¿supongo que son los artistas de circo no?
-Caliente caliente.
-Lo veo.
-Te espero entonces aquí a las doce.

La tela de araña trazada por el infalible bigote de Papytu acababa de tensarse. Estrategia pura: esperar a que los halcones avisten el objetivo mientras él se dedica a dejarse el hígado en Sanfermines. No es mala, sino fuera por las resacas como la presente, infinita. Sabe que el mejor remedio es dos lamparillazos en forma de vermouth, sin aceitunas, fritos ni familias con niños ensordecedoras. Copa helada, un tercio de martín, otro de ginebra y el último de Campari. Es lo que le sirve Michelle, el camarero del Winsord. Los dos a la vez.

-Veo que sigues dándolo todo.
-Ya sabes que solo bebo en horas de trabajo.- le escupe, mientras saca la foto de Charlie Elastic Man- ¿Los vistes por aquí?
-Estuvo merodeando ayer entre las mesas con dos chimpancés. Pensé que era un hippie anfetamínico. Cuando les iba a echar, se habían esfumado.
-Son artistas Michelle, tu jamás lo comprenderías- apurando el segundo martín, le deslizó un billete- eso sí, los preparas como nadie. Quédate con el cambio.

El Hall de La perla está concurrido. Guiris con pasta, impolutos, gozan de un aperitivo digno de reyes: ostras, caviar y champagne a tutiplén, mientras un violinista toca una suave melodía. La leche, musitó Papytu. Es lo que tiene Sanfermines, no dejan de sorprenderte. Al fondo, detrás de la marabunta, una sonrisa pegada a un recepcionista le esperaba. Le recordó a esa sonrisa del gato del País de las Maravillas, si ese, el de…maldita resaca, aún no habían hecho efecto los martinis. Alcanzando una copa de champagne, se acerca al mostrador.

-Debes pensar que tengo cara de cajero automático, Pablos- deja escapar a través de su bigote- bonita fiesta, ¿puedo mangar alguna cartera?

-La que quiero ver es la tuya escupiendo tres morados.
-Eres un canalla, Pablos y lo sabes.-sacando un sobre lo pone de posavasos en la copa.-canta ya o tu próximo cliente será un odontólogo pirata.
-Están aquí hospedados.
-Si no tienen donde caerse muertos, no me jodas.
-Tiene quien los acoge- ojeando los billetes,-no como tú.
-Mira que me hago un collar con tus muelas Pablos, estás acabando con mi paciencia.
-Llevan desde ayer al mediodía encerrados en la habitación. No han salido de aquí. Ya sabes que no te puedo indicar nada más, secreto profesional.

Papytu, agarrándole de la corbata, le amenaza:
-Si quieres te indico donde está el hospital. Escribe en el sobre un número del uno al mil. Seguro que tengo la suerte de mi lado.
Carraspeando, Pablo escribe una cifra.
-Creo que me voy a dar una vuelta por el Hotel.

Ascendiendo las escaleras, Papytu saca del bolsillo el sobre.101.Capicúa. Mejor.

Al llegar al primer piso, el silencio se hace presente .Al fondo del pasillo, la habitación. Entre ella y Papytu, sobre el suelo enmoquetado, un pavo real despliega la cola, enseñando sus colores lisérgicos. Belleza pura.

Tras sus plumas, escoltando la puerta, dos guardaespaldas. Imitando al ave, muestran sus Walter PKK con culata blanca.

Será necesario surfear entre la belleza y la violencia. Nadie dijo que la tarea fuera fácil.

(Continuará)


La gente 2

Hace once años que viví mi primer San Fermín. Tarde muy tarde, dirán algunos, y tendrán razón.  Una cosa me impidió venir antes: me asustaba la gente. No la gente en general. De hecho soy un tipo bastante sociable. Lo que me asustaba era las masa anónima fluctuando por las calles. Me imaginaba entre los empujones del encierro o atascado en mitad del chupinazo y me entraban unas súbitas ganas de salir corriendo. «Que no me esperen en Pamplona» decía para mis adentros.

Contra todo pronóstico en julio de 2005 una mujer me hizo desembarcar (vestido de blanco y rojo) en la antigua estación de autobuses. Venía, por supuesto, con mis precauciones («No me sueltes de la mano», le decía a Uxue apenas vislumbraba el menor tumulto). Y de la mano me llevó hasta la Bajada de Javier donde almorzamos con un grupo de “gente” que pronto me hicieron sentir uno más.

Después del almuerzo fuimos a potear a un par de bares. Hacía calor y la “gente” salía a la calle en busca de un poco de aire fresco. Yo notaba que Uxue me vigilaba de reojo para controlar mi miedo al barullo. Pero no había por qué, yo me encontraba la mar de a gusto charlando de música con una cuadrilla de San Jorge a los que acababa de conocer. No sé en qué momento pasó una por allí una txaranga y alguno de mis nuevos amigos me agarró de la mano y entre baile y baile pasamos por Navarrería para acabar echando una caña en los alrededores del Caballo Blanco. Ya no sabía dónde estaba Uxue, pero bueno, de momento estaba bien con aquellos amigos, ya la encontraría más tarde. Fui al servicio, y en la cola me topé con una parejica de Baiona la mar de majos. No recuerdo muy bien cómo fue la cosa pero tomamos juntos varias rondas. Yo no sabía francés ni euskera y ellos no hablaban español pero os juro que pasamos un rato divertidísimo (incluso creo que nos contamos varios chistes). Me entró un poco de hambre a media tarde e intenté ordenar mi brújula para regresar al bar donde había visto a Uxue por última vez. No estaba, pero yo me comí un bocata de txistorra, por aquello de asentar el estómago. Al salir de allí coincidí con un gaditano, al que reconocí por el acento ceceante. Nos dimos un abrazo sureño y fugaz porque a unos de Rentería que pasaban por allí les gustó mucho el pañuelico rojo que yo llevaba (con el escudo bordado de la Real Sociedad) y aprovechando la coincidencia futbolera nos echamos un par de cigarrillos juntos y unas cañas. Nos dimos las direcciones antes de despedirnos en un largo abrazo txuri-urdin.

Uxue y yo nos encontramos en un bar de Calderería a las cuatro de la mañana. Hoy día, cuando alguien me pregunta qué tiene San Fermín para ser la mejor fiesta del mundo, respondo sin pensar: la gente, la gente…


En mi casa celebramos la escalera 3

El día uno de enero, como cada año, las familias se reúnen para celebrar la comida de año nuevo. La mía también. Ese día muchas personas escriben, además, sus listados de buenos propósitos que cumplir. En mi casa lo tenemos muy claro.

El uno de enero nos juntamos todos y comemos por ahí. Si alguien nos ve, seguramente pensará que estamos celebrando el año nuevo; pero nada más lejos de la realidad. Nosotros celebramos el primer peldaño de la escalera sanferminera.

Después de comer, con los cafés o los brindis, algún desaprensivo suele atreverse a decirme:

─A ver cuánto tardas este año en fallar a la cita.

Y es que, el que deja de salir un solo día durante la escalera es un flojo y tiene sangre de horchata. Esto es así. Y que en este momento de la vida yo sea la única que tiene hijos en edad de hacer tareas, ir a extraescolares, a los que hay que bañar y dar la cena en absoluto libera de las obligaciones de salir a tomar algo el uno de enero, dos de febrero, tres de marzo…

Suelo enfadarme. Les hago un discursito sobre lo dura que es la conciliación y saco a colación aquella vez que mi madre y mi tía no salieron un cuatro de abril porque prefirieron irse de vacaciones.

─¡Pero lo celebramos en Roma! ─se defiende mi tía, con la pasión del que nunca será pillado en un renuncio sanferminero.

─Y a mí me convalida que los dos días que falté el año pasado, mandé a Iruña en mi lugar ─alego, con algo de vergüenza.

Mi hija, al escuchar que hablamos de ella, se une al clan de los liberados de cargas familiares y ataca también.

─Oye, oye… ¡Yo voy porque también celebro la escalera con la abuela y los tíos! No pretendas hacerme una sucursal tuya.

El debate está servido. Hay que dejar a los hijos volar. Y también subir sus propias escaleras.

Podemos seguir así durante toda la tarde.

Es una tradición sanferminera más. La primera del año. La de la sobremesa del uno de enero.

 


Febrero 2016

cuando un amigo se va…Manolo nunca estuvo en Pamplona          y menos en sanfermines         lo conocí siendo ya el alma inquieta y entusiasta de toda actividad en su silla de ruedas cabalgando aquellos interminables pasillos de la residencia extremeña tu casa durante tantos años       la primera virtud que conquistó mi ignorancia fue tu sonrisa  después     todas tus palabras bailando en tus ojos         ni tu boca ni tu lengua articulaba ningún signo sólo las onomatopeyas exigiendo lo bien hecho   estabas allí el día que plantamos el árbol en recuerdo de nuestro primer encuentro        años sucesivos llegaron tan plenos como aquel                    hoy un nuevo silencio se suma a otros que te precedieron todos estáis en mi memoria y al regresar a la que fue tu casa                      por sus patios y paredes volará tu trono entre nubes de recuerdos y todo lo que calladamente nos enseñaste