Archivo por meses: julio 2015


VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín 1

IDAHO, 1961

William Teixeira Correa

Algunos atribuyeron su depresión a la imposibilidad de recuperar sus preciados manuscritos perdidos en Cuba. Otros creyeron ver la causa en su trágico historial familiar. Lo cierto es que si los forenses hubiesen entendido algo de español no habrían desechado aquel pedazo de papel ensangrentado que rezaba: “Mis huesos ya no pueden seguir el paso de mi corazón… ¡Adiós ajoarriero! ¡Adiós pinchos! ¡Adiós chacolí! ¡Adiós toros! ¡Adiós San Fermín!”
 

DRON 6-14 J

Ana Belen Migueliz Beaumont

Identificación: Dron 6-14 J
Función: Observar el comportamiento humano en situaciones extremas.
Misión: Seguimiento del sujeto X en San Fermín.

7:45. Sujeto X cantando a una figura apostada en la pared. Ritmo cardiaco alto.

8:00. Cohete al cielo. Explota. Salen unos animales negros con cuernos en la cabeza y todos se ponen a correr. Otro cohete. Se detienen y se abrazan.

10:00. Sujeto X repostando alrededor de una gran tabla repleta de comida y bebida.

12:00. Sobrevuelo calles abarrotadas. Observo 8 figuras más altas que el resto acompañadas de otras de cabeza grande que persiguen sin descanso a los cachorros humanoides. Imposible seguimiento al mimetizarse entre la gente. Técnica de camuflaje avanzada.

18:00 Localizo a X detrás de una tela pintada, portando un cubo pesado en la mano. Salta, grita, canta, baila, abrazando a sus congéneres sin razón aparente hasta un recinto circular. Otra vez el animal negro y un humano con traje que brilla. El sujeto X permanece de espaldas. Sigue hidratándose. Su color blanco muta a otro multicolor.

23:00 Cohetes de colores explotan cerca de mí. X sigue danzando de manera extraña, brazos elevados y un vaso grande con líquido.

00:00 Retorno a base por falta de batería. X, definitivamente, es inagotable.

 

SWEET HOME

María Del Carmen Pedrero Robles

Guardé mi “pañuelico” rojo lleno de manchas, 204 exactly… Nunca te lo dije, pero bajo cuerda le pedí al carnicero de tu barrio que me lo envasara al vacío para camuflarlo entre la ropa a mi regreso a Alabama. Recé para que en la aduana no me lo requisaran (“Imagine” by Lennon – no sé otra plegaria, sorry!). Necesitaba conservar intacta la esencia tangible de lo vivido for ever, aunque fuese en un trozo sucio de tela.
¡Hace ya un año, Baby!…Doesn’t time fly!…
Ayer, al ponerme la vía me salpicó calimocho en el brazo, y como un acto reflejo, mi memoria de pez- glup, glup- comenzó a recomponer esos 204 recuerdos, más otros mil aderezados con el sabor de tu boca…Llegó el momento. De camino, me encomiendo a San Fermín tarareando con una nostálgica sonrisa el ¡Pobre de Mí!, on my way… Sí, es a corazón abierto. Te lo estoy diciendo ahora porque no quería preocuparte; pero créeme, estoy preparado como el más veterano para correr este encierro … No tengo miedo a este toro, Honey, porque hoy es 7 de julio, y esta fecha, siempre, siempre, me dará suerte…Zzzzzzz.
 


VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

ROMANCE DE JULIO

Miguel ángel Moreno Cañizares

Tengo un amigo en Pamplona que me invita por los Sanfermines. Siempre que puedo, me dejo caer por Iruña. Iñaki es un tipo curioso. Cuenta historias cercanas, que recuerda en primera persona. Mientras recorremos los bares de la Estafeta, me envuelve con su verborrea y mis ojos se desvían hacia el pañuelo rojo del cuello. Cuando los vinos nos transportan a un mundo onírico y el grupo ha quedado reducido a él y yo, nos despejamos por la Tejería antes irnos al catre. El 14 de julio de hace un año, tras el Pobre de mí, Iñaki me abrazó y me dijo:
– ¿Sabes? A mi madre le apasionan los Sanfermines. Se pasa doce meses esperándolos. Hace una semana la vi desde la oficina, salí a su encuentro, pero antes de llegar a ella se le acercó un hombre, que me resultó conocido. Abrazados, se perdieron por las calles del casco antiguo.
– Bueno, eso no tiene nada de extraño -le interrumpí.
– Les volví a ver al día siguiente, y al otro y al otro -continuó.Hasta ayer mismo. Parecían dos enamorados de la tercera edad.
– ¿Y cuál es el problema, Iñaki?
– Que mi madre murió en 1999 y Hemingway en 1961. 

EL «CARAVINAGRE-KILIKON»

Aingeru Pérez Crespo

En el año 1955 del siglo pasado, «Caravinagre» era el kiliki que más me sorprendía, natural, yo era un niño de seis años de edad, que miraba con atención a éste personaje de pronunciada nariz, relacionándolo con el guardia de monte con traje verde, que vigilaba las viñas asentadas en la cara sur del monte Ezkaba, situadas debajo de las canteras. Algunos cientos de metros en dirección a Pamplona-Iruña, – en mi Txantrea – las calles vacías era nuestro estadio de fútbol, compartido con el temor a las multas de «Caravinagre», que de improviso aparecía por las esquinas.
Mis hijos también conocieron durante muchos años a » Caravinagre», en fiestas de nuestra ciudad del Arga. Este año, hemos votado a «Kilikon» por aquellos recuerdos no olvidados, de hecho, tres generaciones vamos a conocer a éste serio y respetado kiliki, especialmente mi nieto Amets, que con su año y medio de edad, lo verá – por primera vez expectante – y con recuerdo para siempre.
La presencia de «Kilikon» en el cartel anunciador de nueve días de disfrute el próximo mes de julio, nos ha supuesto gran satisfacción, porque éste kiliki ,es un PTV, (Pamplona de toda la vida) muy querido por muchísimos pamploneses.
 

PRÓXIMA ESTACIÓN CON PARADA: PAMPLONA

Beatriz Gurutzarri Vicente

La estación estaba abarrotada de gente que iba y venía … un frenesí de música , holas y adioses emocionados. Juerga y buen ambiente. Alicia y Eva se apearon antes que yo, frenada por unas cuantas maletas y otros tantos pasajeros impacientes por bajar. Un año llevabamos ahorrando para disfrutar de esta semana de vacaciones … desde que Lorena nos habló de los Sanfermines que había pasado, no nos los pudimos quitar de la cabeza. Que si los almuercicos, la corrida y la salida de las peñas, los Gigantes y Cabezudos, la gente tan «supermaja», la música… hasta dijo que se había atrevido correr el encierro…
Cuando conseguí salir del tren ya no las ví. Salí, volvi a entrar, miré en el bar … nada. Me puse a llorar desconsolada cuando me dí cuenta que tampoco tenía el móvil.
Salí a la calle sin saber qué hacer. Cuadrilla festiva pasando … un chico se fija en mi cara de desesperación. Se acerca, le cuento ,… me dice : – vente con nosotros a merendar y después las buscamos.-
Tardamos dos días enteros en encontrarlas . (Jajaja).
Y al final sí, me perdí … pero encontré al hombre hombre de mi vida.
¡Viva San Fermín!
 


VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

EL SER INEVITABLE

Graciela Pedro

El chupinazo estalla el 6 de julio, las palomas asustadas sacuden sus alas y una marea del color de la sangre enturbia los ojos.
También hay olor en el aire. Olor a miedo y a la pasión que despierta una muerte posible ante la aparición que se presume en el norte de la plaza; se escuchan gritos, casi alaridos. Varones que demuestran su hombría y mujeres enardecidas por un ardor que les estruja las entrañas.

Hoy he visitado el Museo de la Reina y, en el “Guernica”, me encontré con madres idénticas que un día lloraron a sus hijos dirigiendo sus brazos hacia el cielo.
Y me detuve en el toro, omnipresente en esta España y en la gesta en blanco y negro de Picasso; olí el miedo y vi el rojo de la sangre de una paloma lisiada, como la misma paz.
Iguales símbolos, idénticos desenfrenos. ¡Gora San Fermín!
 

ADRENALINA

Alba Sánchez-guijaldo Rivera

Conocí a Ana en el 2003, cuando vino a Dublín a estudiar Turismo en mi facultad.

Siempre me contaba lo bien que se lo pasaba en las Fiestas de San Fermín. En 2005 me dieron la beca para estudiar en San Sebastián. Decidí ir en coche hasta Pamplona y encontrarme allí con mi amiga. Quería experimentar esa sensación de adrenalina que se siente al correr delante de un toro, como siempre decía Ana.

Después de unas horas de viaje, llegué a Pamplona. Vi a mi amiga Ana, con sus amigos Laura y David. Estuvimos paseando por Pamplona, para que yo conociese la ciudad. Tras una larga tarde de caminata, volví al hotel. Necesitaba descansar; ya que al día siguiente era el encierro.
08:00 del 7 de Julio. Las calles estaban abarrotadas. Sonó el chupinazo. La gente empezó a correr como loca. En mitad de la multitud, alguien me empujó. Me torcí el tobillo y caí al suelo. De repente, vi a David, que se acercó a mí corriendo para ayudarme. Fue entonces cuando le miré a los ojos y sentí una sensación de adrenalina, incluso más fuerte que cuando corres delante de un toro.

Es lo mejor que me ha pasado en la vida. 

SIETE DE JULIO

Enrique Gregorio Paton Benítez De Uralde

Ella, morena y espigada, se movía en la noche con elegancia etérea, como un ángel queriendo desplegar su incorpórea belleza entre tan grotesca humanidad. Él, de tez pálida y formas adolescentes, llevaba la mirada perdida de quien ha errado el camino, pero sabe con certeza que pronto va a arribar. Ambos vestían de blanco y portaban los rastros bermejos del festejo. Al verse se besaron con los ojos y, sin apenas decir palabra, caminaron juntos en una misma dirección. A su alrededor ya no había música, ni celebrantes, ni el recuerdo de una existencia anterior.

Amanecieron en las murallas. Eran jóvenes, muy jóvenes.

Al año siguiente, el mismo día, en el mismo lugar, sus miradas se buscaron y se encontraron. Aquella extraña tradición se mantuvo cada siete de julio, por mucho tiempo, a pesar de los avatares que la vida les otorgó. Y cada ocho de julio, al amanecer, se despedían sin despedirse.

Hasta que un día, ella no estaba ahí. Desde entonces, en la noche de San Fermín, se puede ver a un hombre que, a cierta hora, espera en la calle Jarauta con el corazón en un puño, desvencijado por el vendaval de sus pensamientos, mientras la algazara continúa a su alrededor. 


VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

LOS INMACULADOS

Cristina Sádaba Elizondo

El ritmo de la turuta de Piperrak va alternado en mi cabeza con la solemnidad del Vals de Astráin. Necesito un chute de melodías mientras me visto, mientras ejecuto el rito, a solas, como siempre, que me llevará a comenzar impoluto mi tramo. Empieza otra jornada. Y ya van cinco.

Espero que las aglomeraciones, los montones y las sombras afiladas, que alguna vez me han hecho perder pie, hoy me respeten… porque soy un peón más, otro personaje de esta atolondrada farsa en la que más que colocarnos una careta, todos nos arrancamos la que nos limita a diario.

La hora se acerca, me aferro a mi herramienta, un sudor leve ya me ha reblandecido los callos. Empuño la escoba, arrastro el carrito. Algunos me llamarán “técnico en nosequépalabras larguísimas”. Barrendero, es como yo a mí me llamo.
 

DÍAS SEÑALADOS

Rakel Eguíllor Urtiaga

Salió del bar con la canción “1 de enero” sonando de fondo… Era momento de retirarse a casa. Entró en el portal, el número 2 de la calle Febrero. Al día siguiente le esperaba un día muy largo. Encendió el ordenador, metió la contraseña (3demarzo) y revisó, como venía haciendo en la última semana cinco veces al día, el pronóstico del tiempo.
Miró a través de la rendija de la puerta a su hija Oihane, que nació el 4 de abril de 2013. Este año le tocaba despojarse de alguno de sus chupetes y aprovechar los paseos de Joshemiguelerico por la ciudad para dárselos a él.
Seguidamente se sentó en el sofá y dio las últimas puntadas al escudo que empezó a bordar en su pañuelico rojo allá por el 5 de mayo, tal y como le enseñó su abuela.
Una vez terminado, lo colocó junto al resto de indumentaria sanferminera. Esta vez sacó también el delantal, ya que como manda la tradición en su cuadrilla, el más tarde en llegar a la cena del último escalón, el 6 de junio, se le adjudica el galardón de preparar el almuerzo antes del Txupinazo. ¡Ya falta menos, 7 de julio San Fermín! 

MUERTE DEL ALCALDE

Ernesto Maruri álber

Mi padre me bajó de sus hombros y me dejó de pie frente al Alcalde.
Era el cabezudo que más miedo me daba por ser el único que movía los ojos.
Me miró fijamente levantando un bastón.
-¡Papá, que me pega!
Mi padre lo miró con los ojos muy abiertos: parecía que se le iban a salir como dos globitos alargados a punto de explotar.
El Alcalde miró hacia arriba, puso los ojos en blanco y cayó de bruces.
Le sacaron un señor de las tripas y lo tumbaron al lado del Alcalde.
“¡Es un mareo”, gritó alguien. Una señora le abanicaba. Mientras, el Alcalde seguía muy quieto, ¿muerto?
Mi padre me agarró de la mano y nos marchamos.
-Papá, ¿le has tirado tú?
-Claro, poniéndole mirada de asesino. Nunca falla.
-¿Qué es un asesino?
-Uno muy malo que mata.
Al llegar a casa, dije a mi madre que papá había matado al Alcalde por mi culpa y que ahora tenía miedo de él.
Discutieron. Después, papá me dijo que su mirada no había tirado al alcalde, que fue casualidad.
Qué alivio, ni mi padre era malo, ni yo culpable, ni el Alcalde estaba muerto.
Qué pena: mi padre no tenía superpoderes… ¿o sí?
 


VII Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

DESIERTO.

Alberto Eransus Antoñanzas

Al recibir la temprana caricia del sol, constató que nada era cotidiano. Lo irracional pasaba a primera plana. Cerrando los ojos al instante, meditó.

Cuando todo va mal, pienso en blanco. Así puedo recordar mi casa, alegre y viva. No hay espacio físico pero aquí están todos presentes. Gigantes, kilikis, cabezudos y zaldikos, haciendo llorar a mayores y zagales. A pesar de que no hay ni rastro de calles, desfilan de manera contundente.

Si ya no puede ir peor, pienso en rojo. El chupinazo, todo carmesí resplandeciente. La sangre del encierro, dónde los Miuras hacen temblar las calles. Los huevos con jamón y tomate, la muleta del torero, el clarete.

Es cuándo despierto debajo de la jaima. No hay más que silencio. Abro los ojos. Contemplo que aquí también tiembla la tierra, hay niños llorando, sangre y muerte. Aquí, no hay sueño, porque nadie duerme. Los bostezos no se convierten en dianas desenfrenadas. Insomnio permanente.

Tiemblo de frío, té en mano. Es siete de julio y me coloco el pañuelico, no en el cuello como corresponde, sino en la frente. Así las lágrimas no se confundirán con mi sudor. Hay trabajo que hacer. Desde el Nepal, San Fermín, implorándote fuerzas frente a un desierto.

&nbsp

CUENTA ATRÁS

Maider Jiménez Echávarri

Si no acelero el paso no me dará tiempo. No soy buena deportista, mis pulmones me lo están insinuando, pero apenas puedo parar a respirar. Primer aviso.

Más tarde de lo previsto llego al lugar de la quedada, y todos han desaparecido. Busco entre la gente y no consigo ver a nadie. Todo es tan blanco y rojo… Quiero pasar entre la multitud aunque me supone mucho esfuerzo hacerme hueco.

Recibo gritos, quejas y abucheos. A mí tampoco me agrada la gente que se cuela para tener un sitio mejor, pero me he quedado sola. Segundo aviso; más vale que agudice la vista para localizar a mis amigos. Sigo recorriendo el laberinto de personas y estoy empezando a sentirme agobiada. Llamo por teléfono pero no recibo respuesta.

Resignada, me doy por vencida. Decido volver atrás sobre mis pasos para situarme en la parte posterior y no molestar. Busco un claro de hierba y en el momento justo en el que estoy agachándome, escucho: “¡¡IRATI!!”. Y aunque son miles de personas las que están sentadas en el jardín de la vieja estación de autobuses, reconozco esa voz. Ya tengo compañía para ver los fuegos artificiales. “PUM”, tercer aviso.
&nbsp

FREDI Y ARTURO

Javier Garcia Ruiz

Ellos no se conocen. Al menos a mí no me consta. Con Arturo, un tipo “de lo viejo, de toda la vida”, no tenía intención de estar aquel día. Con Fredi sí.
Fredi es osasunismo y es San Fermín. Mitad y mitad, pero al cien por cien. Al poco de conocerle, le conté que llevaba quince años consecutivos sin faltar a la cita, pero que todavía tenía pendiente aquello del tendido sol.
Ese mismo año, allí estaba yo. Uno más de la Muthiko. La tarde fue inolvidable y cuentan que la noche también. Despedí a Fredi y los demás cuando La Pamplonesa avanzaba por la Plaza San Francisco. Decidí que ese sería mi último acto del día. Cerrando la banda, pasaba Arturo.
—Vente a ver el encierro al balcón de un colega —comentó. Sonreí. No lo hizo tanto la familia del amigo de Arturo cuando, en fila de a uno, fuimos entrando al salón. La verdad que no éramos pocos y aportamos cierto ánimo a aquella estancia.
— Ahora un chocolate con churros —dijo Arturo. Y en su mueca, vi a Fredi.
“Estos sí que son San Fermín”, pensé. Volví a sonreír, imité aquel gesto y ajustando mi gorro de paja, entré en la cafetería&nbsp