Archivo por días: 25 de noviembre de 2014


El desencajonamiento. 2

6 de Julio, Corrales del gas. Pamplona

20:00 PM.

25º.Nublado aderezado con viento.

 

Los ecos de la fiesta se perciben con nitidez. La vieja Iruña estalla en fiesta. Sin embargo, los presentes no lo sienten. Están al lío. Al frente de todos ellos, D. Eduardo, el mayoral, inquieto, apura el Cohíba. Mágicamente, el humo que parte de su habano impone el silencio. El motor del camión aún está caliente. Tan solo unos golpes dentro del Escania, cobrando vida por momentos, avisan de la presencia miuresca.

 

Media docena de elegidos están presentes en el desembarco de los toros. Dos personas, oscuras, en representación de la Meca. Uno de ellos, con gafas y sonrisa cínica, media estatura, parece que lleva la batuta. El otro, le acompaña mudo embutido en un traje que a duras penas oculta un sobre lleno de billetes. El veterinario, el pastor de corrales hacen cuatro. Una extraña pareja redondea la cifra. Él, traje blanco, corbata y gemelos colorados a juego coronado con un estrambótico sombrero, Élla, anunciando su presencia mediante un perfume embriagador, vestido verde y grana con más curvas que el Rally de Montecarlo. Quitando el sentido. Don Eduardo, nervioso, se percata de su presencia. No le gusta. Intuye el peligro. Estirpe que le dieron sus genes.

 

-No es espectáculo para mujeres- escupe Don Eduardo bajo su sombreo gris, dirigiéndose al uno ochenta rubio que habita encima de dos tacones imposibles.

-Se siente- acorta la conversación la diosa sin paliativos, echándole el humo de su galoise.

 

Un asentimiento de cabeza y toque al sombrero acaba la conversación. Caballero que es uno. Lanzando una mirada al pastor, Don Eduardo consiente que empiece el espectáculo.

 

Abierta la trampa del cajón, sale el primer Miura. Tostado chorreado en verdugo. Impresiona su estampa. Más su enfado. Simultáneamente, intentan distraerle, previniendo las primeras arrancadas .Don Eduardo, manguera en mano, le ducha con agua fría. Ésta no hace sino resaltar su poderosa musculatura. El toro babea, orejas erguidas, busca la salida sin encontrarla. Nervioso, caracolea por los corrales.

 

Pum pum pun, el segundo desembarca e el corral. Cárdeno oscuro, se camufla entre la oscuridad. Sin lograrlo, ya que sus astas perladas le delatan. Como los pendientes de la rubia. Encontronazo con el hermano, midiendo sus fuerzas. Tensión en el ambiente. Hasta las barracas han cesado por un segundo su ruido infernal.

 

Tran tan tán, el tercero, cárdeno, Ménage a trois.Correteando los tres.También el enviado de la Meca, cautivado por la mujer. Encelado. Embraguetado.

 

-¿Cómo se llama usted?- le pregunta, mientras limpia sus gafas para certificar que es cierto lo que contempla.

-Je m´apelle Menisse- media sonrisa y atusamiento de cabellera. Certero movimiento.

 

El mecaniano ya babea casi como el cuarto burel. Castaño bocidorado bragado meano. La fiesta parece que va tomando color. Casi, porque en esos momentos aparece una larga sombra parapetada detrás de un bigote en el lado contrario de los corrales ante el asombro de los presentes. El que más acusa la siniestra presencia es el hombre del traje blanco. Nervioso, atusándose la oreja, susurra algo a la mujer.

 

Tra ca tran ta tán. No hay quinto malo, pero este lo parece. Negro mulato chorreado, se une a la manada y empieza una danza maldita. Tribal .Cómo los presentes. D. Antonio, concentrado en la labor, ignorando el peligro. Melisse intentando escaparse del mecaniano que intenta atraparla .La tómbola atronando que si dos perritos pilotos. El bigotudo intentando atrapar al hombre de sombrero innombrable.

 

El pastor de los corrales, vislumbrado el peligro, saca con celeridad los cabestros para tranquilizar la manada. Mezcolanza de siniestros colores, akelarre de cuernos, pezuñas, bufidos, manos en el trasero de la rubia, pan, jamón, chorizo y vino de fondo atronando de fondo.

 

Éste es el espectáculo-espectáculo que se encuentra nuestro protagonista. Minutón. Salinero. Mortal. Sale al trote del camión embistiendo todo lo que ve por delante. La manada intenta huir sin conseguirlo. Cinco Toros con cinco cabestros. Minutón hace Strike. Todo salta por los aires.

 

Ante tamaño paisaje, Melisse, notando un pellizco en sus cuartos traseros, deja caer el cigarro, que con inmediatez hace prender la paja del corral. Miuras y cabestros corren como pollo sin cabeza. Papytu persiguiendo al hombre de sombrero infernal. Éste, saliendo por peteneras con la rubia ante la desolación del mecaniano que se las prometía felices. El hombre silencioso deslizando el sobre a D. Eduardo, que estupefacto, comprueba que los Sanfermines son de otra galaxia.

 

En el centro, altivo, saliendo del humo y las llamaradas, Minutón comprueba el aire quieto, imperial. Oliendo el aire de la vieja Iruña y sus fiestas. Con su tremenda testa, moviendo su infinita cornamenta, asiente complacido…

 

(Continuará…)