Archivo por días: 30 de julio de 2014


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

OJOS DE MIMO

Pablo Loperena López

Hola, amigo, mi jornada ha acabado, siéntate conmigo.
¿Que qué son para mí los Sanfermines?
Una marea blanca y roja que viene y va. Una explosión, es el chupinazo, la fiesta ha empezado. Idiomas del mundo revueltos y enlazados. Una batucada de Brasil, acróbatas de Argentina, la quena de Ecuador, australianos en sandalias, guiris a mansalva. Padres y niños, gigantes y cabezudos. Están montando un escenario, ¿quién tocará hoy? Lluvia, calor, días grises y soleados, noches luminosas en las que nunca falta una canción. Risas, abrazos, ligoteos triunfantes y otros frustrados, lloronas de alcohol. Los mozos camino del encierro con el periódico enrollado y esos otros, con tan mala cara, después de una noche de gaupasa. Todo condensado en treinta metros cuadrados de hormigón.
¿Que quién soy yo?
El 6 trabajé de policía, el 7 de minero, el 8 de gladiador. El 9 me llamaba Rambo, el 8 Napoleón, el 10 Cristóbal Colón. El 11 fui un hombre invisible, el 12 un dios griego, el 13 estatua de mármol en su pedestal. Hoy he viajado a la luna: si me echas una moneda, bailaré para ti.
¿Qué es eso?
¿Ya es la hora de las velas?
El año que viene más y mejor.

LAS CIGÜEÑAS QUE ANIDABAN EN LOS CAMPANARIOS

Cristina Fernández Valls

Se declararía al llegar a la plaza. Sí. Triunfante, con el pañuelo rojo al cuello, el corazón al trote y las pupilas dilatadas. Se deslizaría entre las bestias, pisaría la arena y saltaría las defensas para llegar a la fila de bancos, arrodillarse frente a ella y decirle: “Te quiero. Te quiero más que al sol, más que al cielo y a las cigüeñas que lo ocupan en primavera”. Ella se agacharía, le besaría y todo sería perfecto.
Dio dos brincos, estiró los cuádriceps y lanzaron el cohete. Corrió. Corrió sin pensar, sin ver, sin escuchar. Dos compañeros saltaron hacia el vallado. Él siguió corriendo. Sintió calor en la espalda, llegó a la curva de Estafeta y derrapó en el empedrado. Oyó un grito. Un dolor intenso le atravesó los abdominales, voló, cayó, el mundo se volvió negro. Un líquido caliente resbaló por su camiseta, más gritos, una mano en la nuca. Su corazón palpitó una vez más, otra, otra… Se le humedecieron los ojos y quiso seguir corriendo, llegar a la plaza, saltar la valla, trepar entre los bancos, arrodillarse. Despegó los labios y musitó algo.
-No hables chico, que ya llega la ambulancia…
Y dejó de existir.

¡GRACIAS, SAN FERMÍN!

Ainara Gómez López

Era una tarde de julio y Matt vino a visitarme a casa. Suele venir cada sábado porque vivimos en ciudades diferentes y solo nos vemos el fin de semana. Para mí él es único, el mejor amigo que alguien puede tener. Está siempre ahí para mí, dispuesto a ayudarme con cualquier cosa y ha sido mi compañero de aventuras durante estos últimos años. Nunca he tenido la posibilidad de agradecerle todo lo que ha hecho por mí debido a mi situación económica, pero hice un esfuerzo y decidí regalarle un viaje a Pamplona para disfrutar de los San Fermines juntos. Cuando estaba a punto de irse le dije que tenía una sorpresa y necesitaba que el siguiente viernes tuviera la maleta, el DNI y muchas ganas preparados para una escapada de fin de semana. Intrigado y sorprendido, aceptó. Cuando llegamos a la calle Estafeta me abrazó y me dio las gracias tantas veces como pudo. Después, cenamos y fuimos a dar una vuelta. Acabamos subidos en una noria y cuando estábamos arriba del todo me besó. Llevaba esperando ese momento tanto tiempo que me pareció estar en una película. Fue muy bonito, y desde aquel fin de semana llevamos saliendo juntos 10 años.


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

DESEO SECRETO

Pedro Nel Niño Mogollón

Suspiraba en silencio y apretaba la mano de su pareja mientras contemplaba la perfecta redondez en las caderas del torero en la corrida de la tarde en la Plaza de San Fermín.

LA CARA DE LA CRUZ

Javier Casado Mayayo

«Ha merecido la pena», piensa al llegar al hospital. Pese a la caída y los pisotones. Pese a la costilla rota y a los moratones. Su pelo negro apareciendo a su lado, el cruce de miradas paralizándole y desbocándole el corazón al mismo tiempo. El contacto cálido de su piel momentos antes de pincharle el brazo, de revolucionarle el pulso, de hacerle entrar en shock. De perder el habla y el sentido, de verse pequeño y vulnerable, desnudo aun con camisa blanca, pañuelo y pantalón.

Si bien ha corrido el encierro, ni siquiera ha visto un toro, y a ella la ha perdido al entrar en la ambulancia. No ha dejado de preguntar su nombre en todo el viaje, pero nadie sabe cómo se llama la chica de la Cruz Roja que le ha puesto la vía. Tan sólo que la apodan «flamencona» y que este año ha acabado Enfermería. En la radio, entre el ulular de la sirena, suena de fondo el tema del día: «era un 7 de julio cuando la vi, me quemaron sus ojos como el carbón, y sentí por mis venas un San Fermín, con los siete toritos de la pasión».

LA CUENTA

Marta Cristina Fusté Padrós

Cada año cantaba lo mismo: “¡1 de enero, 2 de Febrero, 3…” y la cuenta seguía hasta: “… 7 de Julio es San Fermín!”…y mirándome completaba:
-¡a Pamplona hemos de ir… juntas, mi niña!-
Cuando tuve suficiente estatura para asomarme al Wincofón, descubrí que esa música con “zetas” y fondo de huevo frito, salía del vinilo de folk español.
Ella decía que San Fermín era un santo de Navarra al que rezaba cantando para poder volver a su Pamplona. Mi abuela había escapado de la guerra, y fue otra inmigrante de Argentina, atacada de melancólica crónica.
Su canción se apagó antes de tiempo. En la sucesión había algo para mí: el viejo Winco y su disco de vinilo con una carta dentro que decía: “Mi niña, la muerte me arrebata mi sueño… por eso tú debes cumplirlo por mí. El dinero que dejo alcanzará para viajar a la Fiesta de San Fermín… ¡Rézale cantando!. Los números de la canción son la clave de mi cuenta bancaria”.
Y de tanto rezarle al santo, un 7 de julio me encontré cantando entre la muchedumbre de Sanfermines. Supe que estábamos juntas, cuando una estampida transformó el cielo de Pamplona en blanco y rojo.


VI Certamen Internacional de Microrrelatos de San Fermín

ASI LO VIVO YO

Jessica Andrea Vargas Sánchez

Ketchup, mostaza, un poco de colorante, harina y el toque final, zumo de pepinillos y acetunas. Agitamos y listo. Agua por aquí, vino por aya, harina y huevo y de todo lo que pueda manchar. Preparando el pañuelo bien atado en la muñeca cantando y saltando esperando el gran lanzamiento. Ese estruendoso sonido que anuncia el comienzo de 204 horas de pura pasión que desatan cada uno de los pamplonicas. Blanco y rojo es lo que llevan en la sangre, cada año con el Diario en la mano y su patrón en el corazón guiándolos siempre y con su bendición. Ocho grandes fieras recorren a 25km/h las viejas calles de la ciudad. Todos deberían sentir este cosquilleo en los pies al ver tus amigos correr. Sin embargo no todo es adrenalina, hay también ancianos disfrutando del sol acompañados de las sonrisas de niños jugando con los gigantes y cabezudos. En mi opinión no podrían llamarse fiestas sin la participación de las peñas pamplonesas, las dianas, los alguacillos y nuestra Coral de Cámara. Pobre de mi que ya todo acaba aquí. Mil gracias Pamplona por ser mi hogar, gracias a ti San Fermín por hacer de él un lugar más especial.

LA CANTERA DE SAN FERMÍN

Diego Marín Galisteo

Cada año repito el mismo ritual al comienzo de las fiestas. Me acuesto pronto la noche anterior al primer encierro, con los nervios dando vueltas conmigo en la cama, y me levanto temprano para tomar un poco de leche con cacao que me ayude a activarme. Empiezo a visualizar el recorrido mientras me visto con mi traje de pamplonica. Le doy un beso a mi madre, que para entonces ya lleva un rato despierta, y me despido de ella hasta después de la carrera. Mis hermanos no comprenden que me ponga así por algo como esto, y apenas reparan en mí. En el fondo lo agradezco, porque en esos momentos necesito concentración y soledad. A las ocho menos cuarto, el periódico enrollado es ya una prolongación de mi brazo, agarrado con fuerza, como si sujetarlo de esa manera me protegiera del peligro. Aunque para eso está él, San Fermín, a quien cinco minutos antes del lanzamiento del cohete todos los corredores le hacemos el primer cántico para que nos dé su bendición. Incluso a través de la tele lo siento a mi lado, listo para salir corriendo por el salón de un momento a otro.

204 METERS

Tim Pinks

San Fermin. El Encierro. The Bull Run. My destiny…They say I will not die today. But they don’t know…my destiny. I run. 850 meters. But there comes a time when I will run 204 perfect steps. The cobbles. Adoquines. With…everyone. Panic, pandemonium, paradise. Santo Domingo, Mercaderes, La Curva…Estafeta! Un callejon de cemento. Por fin, luz…Telefonos! Muchissima gente! So many people…And I’m still alive. The tunnel…el callejon…no room…but somehow, I make it…sand…noise…fiesta…a fiesta without equal. More people than I have ever seen…83. And yes, I am still alive. But my destiny…The Bullring. Crazy, alive,still living…but I make it to the other side. Pamplona is another world. But my world will soon be over. Why, you may ask…because I am not you, or like you. Because I am special. Royal, proud and born for this. Because although I run with you, I am not of you. I am bovine, but also a brother of yours. I am a bull. A toro bravo…a fighting bull. Pamplona Royalty. Born to fight, and born to die. And for me, to do this in Pamplona is so special. It’s a life without equal. And now, for me and my life…ya falta menos. Viva San Fermin! Gora!