Sanfermín es mucho más… 5


Ya que estos días hemos hablado de la imagen que se da de Pamplona como ciudad de desmadre y por otra parte a raíz de la polémica acerca del encierro (arreciada aún más si cabe, trás el tristísimo suceso de éste martes en Cabanillas), os presentamos estos tres microrrelatos que dan una idea de que las fiestas son mucho más que eso.
Solo para que algunos vean que en Sanfermín hay bastantes más cosas, aunque no sean tan conocidas y jugosas para los que gustan de polemizar y sentar cátedra con sus opiniones…

UN CHUPETE… LO MÁS GRANDE, de Mª Iranzu Pueyo Urroz

Cuando alguien menciona los Sanfermines, a más de uno se le viene a la cabeza el “típico” borracho, tirado en la hierba, con la ropa sucia y sin enterarse de lo que pasa a su alrededor, sí, los hay, pero para mí, no es solo eso, es MUCHO MÁS.
Desde luego, “la imagen“ que siempre he tenido en mi mente (creo que desde que tengo uso de razón), y que siempre tendré, es la de la relación tan especial que existe entre los Gigantes y los niños, con los más pequeños, y en especial con los que llevan chupete y que lo “van a dejar por iniciativa propia”.
Unos, majestuosos, regios, impresionantes, serios. Otros, inquietos, llorosos, expectantes, agarrados a sus padres y desde luego, sin ganas de soltarles. Y de repente… Éllos, cambian su rostro, se inclinan, se acercan y “sonríen” para aceptar de unas manos diminutas los regalos más grandes y valiosos que les puedan dar… chupetes, objetos de valor incalculable que durante tanto tiempo han sido parte imprescindible en la vida de los peques. Y en ese mismo momento, no más lágrimas, sólo sonrisas y caras en las que se dibuja únicamente FELICIDAD.

¡ABRÁZAME, PAPÁ! de José Jesús García Rueda

¡Que no quiero irme, papá, que no tengo miedo! Si a mí ni los toros me asustan, que en cuanto sea grande voy a correr todos los años delante de ellos. Me sé ya todos los trucos, no te creas: qué hacer si me caigo, por dónde tomar la curva de Mercaderes con Estafeta, cómo entrar a la plaza… ¡Yo soy muy valiente, papá! Si me tapo los ojos no es porque escuche venir a los kilikis, sino por evitar que puedan romperme las gafas de un porrazo. ¡Es cierto! No, no, no llames a mamá, que no venga a recogerme. ¡He dicho que no me marcho! ¡Quiero ver a los reyes gigantes y a los japoneses! Tú sólo abrázame muy fuerte, ¿vale, papá? ¡Pero no te rías! Los kilikis sólo asustan a los críos y… ¡Ay! ¡No sigas diciendo que me dan miedo, que no es verdad! Aunque Berrugas tenga esa cara tan fea y Caravinagre la nariz enorme. ¡No soy un cobardica, papá! Oye, ¿qué es eso? ¿Es que ya…, ya…? ¡Ya se ve a todos los niños corriendo, papá! ¡Y detrás Napoleón y Patata! ¡Ay! Que aquel que viene hacia aquí es Coletas… Abrázame, papá, rápido, ¡abrázame!

RITO INICIÁTICO, de Carmen Ruiz de Garibay Olaechea

Su barba puntiaguda imponía. Era enorme y me miraba sin pestañear. Cuando mi tío Agustín me aupó hasta las descomunales manos negras de Selim-pia Elcalzao, colgué en ellas el último vestigio de bebé que me quedaba: mi valioso y gastado chupete. Después de esta ceremonia iniciática sanferminera, con el pulso acelerado, dejé de ser pequeña para siempre. Luego vinieron otros sanfermines y otras iniciaciones, pero ya mucho menos trascendentales.


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